El nuevo rostro del guillenismo

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No siempre las preocupaciones de Carlos Rivera se centran en la literatura, poesía y promoción cultural. A veces, como buen ciudadano, le inquieta el escenario político y lanza hipótesis sugerentes como en este caso: Yamila Osorio es una construcción planeada, diseñada y materializada milimétricamente por Juan Manuel Guillén. Eso significaría que el guillenismo no ha muerto como varios lo han sugerido, entre los que me cuento, sino que sigue vivito y coleando. Interesante propuesta que ha empezado a plantearse y que merece ser discutida, aunque sea como un ejercicio académico. Comparto con ustedes la reflexión de Rivera.

 

LA REINA DEL SUR 
La Reina del Sur viene con el rollo de ser joven y no ser parte del pasado mancillado o terrorífico de su mentor y guía Juan Manuel Guillén Benavides y la representación de un movimiento fundado al paso, “Arequipa Tradición y Futuro”. Llámese también agencia de empleos. Pero, La Reina del Sur se defiende e intenta alejarse de ese mote. Lo cual parece innecesario puesto que lleva como candidato a la vicepresidencia a Víctor Raúl Cadenas, hombre fuerte de Guillén y además fundador de ese movimiento, regidor de la Municipalidad Provincial de Arequipa, candidato a la alcaldía provincial en las elecciones de 2007. El local de campaña, la maquinaria guillenista están a su servicio. Claro que ella no es una fervorosa militante del movimiento (si esta figura podría existir o si existe más allá de las elecciones), encaja mejor como chica ppekausa o la ahijada política de una Lourdes Flores Nano. 

La Reina del Sur como toda figura mediática tiene un antes y un después. Antes era todo una todoterreno: aparecía en casi todos los eventos del Gobierno Regional de Arequipa; como concejera por la provincia donde nació. Aprovechaba estos espacios para acicalarse, tomarse fotos, alimentar sus cuentas en las redes sociales y tal vez pensando en ser la Miss Simpatía de la política regional sin la fiereza de la estupenda Sandra Bullock, desde luego. Sabía que adornaba todas la fotos ante tanto horroroso funcionario.

Los periodistas encantados con el color de sus ojos, su porte de soberana, ese cabello lacio que la comporta como chica ordenada, de su casa, profesional, moderna apuntaron sus cámaras y reporteras a tratar de lograr sus declaraciones. ¿Cómo siente el clima? ¿Qué opina de la mujer? ¿A qué dedica el tiempo libre? ¿Está usando bloqueador?

El filósofo Guillén, que para estas cuestiones olvida al buen Aristóteles y recurre a Maquiavelo y por si acaso repasa la praxis de Vladimiro Montesinos, se dio cuenta que la chamba ya estaba hecha. Un día, mientras algún asesor le explicaba el problema de las invasiones en la autopista a La Joya, se iluminó “¡Qué carajo es eso de marketing político, posicionamiento de imagen y tantas monsergas!” Quiso decir Eureka, pero gritó el nombre de La Reina del Sur. Había nacido la candidata. Todo vino como anillo al dedo: fue elegida Presidenta del Concejo Regional, aumentó sus trajes de sastre; el diario “El Comercio” pensó en ella como ágil e inteligente columnista del acontecer político nacional. No escribía como Enrique Chirinos Soto o los a veces brillantes textos de Rocío Silva Santisteban. Subrayaba como colegiala, haciendo su tarea, pensaba igualito a un burócrata de municipio, exponía sus argumentos con un tono casi angelical invocando paz y amor entre los peruanos.

Con todos estos antecedentes expuestos ya tenía una imagen presidenciable. Las instituciones deliraban por tenerla presente en sus ceremonias y le daban su diplomita. Pero ¿qué logros tenía en realidad la reina del sur?; ¿Había hecho algo por las zonas olvidadas de la región? Su biografía da cuenta de excelsas diplomas en la primaria y secundaria, una tesis universitaria con felicitaciones públicas y algún cachuelo en una ONG y una municipalidad. ¿Había creado alguna idea? ¿Tenía un claro conocimiento de la Administración Pública y propuesto algunos proyectos efectivos? No.

Un día mirando su estante de libros, la muñeca de porcelana traída de Japón por una buena amiga que se fue a radicar al país de los samuráis, y recuerdos de agasajos y la amalgama de imágenes revoloteando en su cabecita, meditó profundamente: “¿y cómo paso piola ante mi inexperiencia y poco peso académico?” No podía gritar Eureka, era mucha frase para ella, así es que recurrió al término que estuviera a la altura de sus talentos, ¡Bingo! Abrió la carpeta de su expediente -ese mismo que tenía preparado, por si acaso, cuando pensaba solicitar alguna chambita luego de su experiencia como concejera- y sacó su diploma (de seis meses) del Programa de Gobernabilidad y Gerencia Política de la Pontifica Universidad Católica del Perú. Ahora todo estaba consumado. 

Entonces La Reina del Sur se bañó en felicidad, cantó en la ducha, se maquilló como nunca, buscó el mejor labial que convine con su traje crema y esos zapatos de taco doce comprados recientemente en una boutique en Lima y que la hace ver gigante. Marcó el celular del Dr. Juan Manuel Guillén Benavides y se entregó a su sabiduría: lo negaría más veces que el apóstol Pedro, lo traicionaría más que Judas Iscariote. Estrategia pura la de jugar a los fantasmas y enemistades falsas. Eso sí, por si acaso, y pensando en el 2016 guarda ese gracioso cuy bordado en fosforescentes hilos andinos, regalo de un financista y candidato a palacio de gobierno. 

La Reina del Sur sonríe mientras se lima las uñas y recuerda su pasado. Pensar que todo empezó un día que alguien, hacía muchos años, en las arroceras tierras de nuestra región, le puso una corona. Ahora quiere ser presidenta.

 

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