Santos: nuevo servicio delivery

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La religión es parte constitutiva de toda sociedad. Su existencia nos influye tanto en la visión o conocimiento del mundo, así como nuestra reacción ante él.  Así ha sido y seguirá siéndolo, pues, al fin y al cabo, el hombre necesita de la religión ya que ésta le da seguridad y le ayuda a resolver sus dudas existenciales; es decir, la religión proporciona un sentido de vida, como lo demostró el sociólogo Peter Berger.

Obviamente para que esto funcione, es necesaria la fe y ésta se consigue de manera expeditiva a través de la institucionalización y es allí donde aparecen las iglesias que, como estamos viendo, son empresas  que recurren a cualquier estrategia para seguir infundiendo fe y así ganar más afiliados o fieles.

Sin duda, el cristianismo sigue siendo la institución religiosa más poderosa del mundo, no sé si cualitativamente, pero si cuantitativamente. Sin duda, también sabemos que recientemente ha sido muy golpeada, ya sea por el crecimiento de otras instituciones religiosas, la cada vez mayor fractura en su interior o las persistentes denuncias  que le han hecho por avalar la pedofilia y otros yerros.  Ante esto, era lógico que reaccionen y no han encontrado mejor fórmula que santificar no a uno sino a dos de sus líderes: Juan Pablo II y Juan XXIII.

 Sabemos que para elevarlos a tal posición no se ha respetado los protocolos (lo de Juan Pablo II ha sido violando los plazos correspondientes y para Juan XXIII ni siquiera se le ha pedido  milagros), lo cual sustenta más la idea que hay otros tipos de motivaciones que van más allá de lo clerical. Es más, la ventaja de vivir en la era infocomunicacional, permite hoy contar con información que nos ayuda a conocer a profundidad a quienes desde el domingo son llamados “santos”.

 En regiones como el Perú, tal estrategia ha caído a pelo, pues fortalece la postura clerical de  oponerse a la Unión Civil y a cualquier otra reforma que tenga que ver con una mayor reivindicación de los derechos humanos. Desde esa perspectiva, dudo mucho que tal iniciativa prospere…a menos que ocurra un milagro.

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