Como el zumbido al moscardón

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Una de las cosas que más me animó a aceptar la invitación de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNIP) fue la de estar con  el cabecilla de esa organización, el mismísimo Gabriel García Márquez. Así que sin dudarlo dos veces empaqué inmediatamente para viajar a Buenos Aires, lugar donde ese año se realizaría ese encuentro que anualmente organiza dicha fundación para capacitar a los hombre de prensa, pues, de esa manera, Gabo  materializaba lo que siempre fue una de sus obsesiones: mejorar el trabajo de lo que él consideraba no sólo un género literario sino también el mejor oficio del mundo, el periodismo.

A pesar que lo esperamos hasta el último minuto que duró los días del encuentro, el Nobel nunca llegó, pero igual se hizo sentir su espíritu a través de los que lo secundaban en esta organización que lleva una veintena de años realizando seminarios por toda latinoamericana sobre diversos temas, pero con un hilo conductor: mejorar el trabajo periodístico, poniéndolo a tono con los cambios y retos actuales.

 De esa experiencia, hay algo que nunca olvidaré, pues es cierto que el periodismo que hizo Gabo es muy diferente al actual, desde sus enfoques hasta las tecnología con que se construye las noticias; sin embargo, algo que machaconamente nos hacían comprender es que a pesar de todo eso, algo que seguía manteniéndose irrefutablemente es que ese oficio seguía sosteniéndose en tres pilares: la curiosidad creativa, la práctica investigativa, y, lo que sustenta a ambas, la ética.

 Los años me han enseñado que la fórmula no sólo es útil para los que hacen un verdadero periodismo, hoy envueltos en el pomposo nombre de Ciencias de la Comunicación (que Gabo  despreciaba), sino también para todo profesional. Es más, siento que es útil para todo ser humano, pues perder el ánimo de saber más creyendo saberlo todo, no adentrarse más allá de lo epidérmico, y actuar traicionando nuestras proclamas, es haberse muerto sin darse cuenta, o, parafraseando al gran Gabo, es como el moscardón sin zumbido. Gracias, Maestro.

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