Intolerancia

into1.jpg

Fue Freud quien nos enseñó que la cultura nos incomoda, entre otras razones, porque nos obliga a reprimir nuestro primitivismo para facilitar la convivencia y desarrollo social. Entre los facilitadores más efectivos que culturalmente hemos inventado está la tolerancia; es decir, la  capacidad de soportar o aguantar (tollerare, como dirían los latinos) a quien piensa o actúa diferente a lo que nosotros consideramos correcto o verdadero.

Elevado hoy a virtud, la construcción de la tolerancia no ha sido fácil; es más, la historia está cargada de hechos lamentables causados por el ejercicio contrario de la tolerancia; es decir, no querer soportar o mínimamente respetar las ideas o creencias del otro. Sabemos que esa actitud ha sido y es causante de guerras y otros desmanes absurdos. Por eso es que la cultura de la tolerancia empezó en los fueros religiosos, siendo John Locke uno de los pioneros en plantearla como un requisito indispensable para la paz y la convivencia social.

 Sin pretenderlo, lo que hizo Locke fue sentar una de las bases de la modernidad, que luego fuera consagrada por la ONU y la UNESCO a través de la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, ligada principalmente a la política y la justicia.

 Pareciera que todo este historial de construcción humana es desconocida o negada por quienes el viernes pasado rechazaron la presencia de Daniel Mora, presidente de la Comisión de Educación del Congreso quien llegó invitado a nuestra ciudad, y en especial a la UNSA, para exponer los alcances del proyecto de la nueva Ley Universitaria. No sólo aquí, sino también en Puno, Mora tuvo la misma experiencia: cientos de universitarios gritando a viva voz e impidiendo que expusiera sus ideas; es decir, intolerancia pura. Como sabemos, el congresista  responde acorde con su formación militar: con más violencia e intolerancia.

 Soy de los que están de acuerdo con una nueva ley universitaria. Urgen razones para ello, y por eso tiene que hacerse en medio de un diálogo y búsqueda de consenso porque estamos hablando de una ley que puede ser trascendental para la vida del país, mucho más si reconocemos que actualmente nos movemos dentro del mundo de la información y el conocimiento. Lamentablemente, está ocurriendo todo lo contrario, pues los actores principales de este proceso: universidades y políticos, en lugar de escucharse, entenderse y consensuar, se gritan, insultan y aíslan más. Otra paradoja de nuestro insólito país: crear una nueva ley universitaria en medio del bullicio y la intolerancia. Después no nos quejemos.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *