Revocatoria o emputecimiento político

atulio1.jpg

 Ad portas del proceso revocatorio que tiene como principal protagonista la alcaldesa de Lima, comparto con ustedes un artículo que escribí en enero para una revista local, pero que recién ha salido a circulación. Creo que los tres meses transcurridos desde que pergeñé estas ideas, no han cambiado en nada su esencia; al contrario, la ha ahondado; es decir, este proceso viene demostrando el profundo nivel de enmierdamiento en el que está sumido la política nacional.  

 Revocatoria o emputecimiento político

   Visto con ojos de economicista, a nuestro país no sólo le va bien, sino muy bien. Visto con ojos políticos, a nuestro país no le va mal, sino muy mal. En esa paradoja se mueven hoy las cosas en el Perú: pues, mientras somos la admiración mundial en términos económicos, mientras cada vez  acumulamos más  medalla que dan cuenta que somos, entre otros galardones, un paraíso para las inversiones, en el plano político nos despedazamos por menudencias, como por ejemplo, la revocatoria a la alcaldesa limeña.

  Podrá decirse que ese es un derecho ciudadano, que Susana Villarán debe irse porque su gestión edil es de nula para abajo, o que está “pagando el pato “ del maléfico cálculo político que motivó que la izquierda impulsara este mecanismo político; podrá decirse que es un gasto inútil, que es un problema de información de los sectores C,D que hoy mayoritariamente quieren vacarla, pero que hace un par de años votaron por ella; o podrán decir que “Lima no debe parar” como lo hacen los villaranistas, la mayoría del sector A,B, los mismos que hace dos  años no la aprobaban. Podrán decir todo eso y mucho más, pero lo real es que todo esto no es más que una expresión  del  nivel bananero o cuatrimundista de la política peruana, en contraste con la economía que sí parece alcanzar niveles primermundistas.

   Es fácil llegar a esa conclusión porque sólo hay que mirar quién o quiénes están detrás del proceso que, según las encuestas, obligará a Susana Villarán  abandonar el cargo este 17 de marzo. Quienes emprendieron el proceso no fueron organizaciones o movimientos ediles, mucho menos partidos políticos. Recordemos que los emprendedores del proceso fueron individuos, muchos de ellos de dudosa procedencia o reputación, lo cual pinta de cuerpo entero qué es lo que hay detrás de un proceso revocador: el rencor personal, el simple deseo de ponerle el cabe al ganador, o la vendetta política, nada más.

   Esa ha sido la constante de todos los procesos revocadores que ocurren en nuestro país, y que permitieron que 210 burgomaestres y 847 regidores dejaran sus cargos para que los rencorosos, incendiarios y vengativos tomaran las riendas y llevaran las gestiones al desastre, previa embolsicada de las arcas municipales,  por  supuesto. Claro, como eso ocurría en provincias o distritos alejados, poco o nada le importaba al país, pero como ahora la revocación es en la mismísima Lima y contra Susana Villarán, ahora sí importa y todos se rasgan las vestiduras, ya sea en contra o favor de ésta.

   Definitivamente a ese tipo de revocatoria que busca satisfacer el rencor  personal o el apetito vengativo, debemos oponernos. En lugar de eso deberíamos impulsar ese instrumento como un medio para fortalecer la participación ciudadana  a través del control y fiscalización a l autoridad de turno, alimentando también nuestra democracia.   Pero no es así, pues en una sociedad con una democracia frágil, sin auténticos partidos políticos, la revocatoria se convierte en un arma que nos debilita aún más institucionalmente y, como lo vemos y ha sido bien dicho, emputece la política peruana.

   Para dejar de emputecernos, lo que nos queda es aceptar lo que ahora tenemos: una revocatoria en marcha, sustentada en un mandato constitucional que ha sido mal (o bien) aprovechada por unos políticos trapaceros. Si no queremos repetir eso y evitar que la política siga en mano de estos picaros, emputecedores de la política, hay que hacer un cambio constitucional, pero fundamentalmente reinstitucionalizar la política; es decir, devolverle su sentido de servicio, pero, prioritariamente, de ética. Particularmente, con el panorama que tenemos al frente eso lo veo imposible… por el momento.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *