Conchudos…y por casa, cómo andamos?

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Muchos creían que la fuerza de la opinión pública haría retroceder a nuestros congresistas del aumento remunerativo que se han otorgado, pero lo han vuelto a ratificar y justificar con un argumento que pinta de cuerpo entero su desvergüenza e ignorancia: “si quieren buenos congresistas, páguennos bien”.

Es decir, ellos suponen que a partir de ahora, con lo bien pagado que están, serán buenos parlamentarios, rendirán mejor, trabajarán mejores leyes, etc., pero todos sabemos que no será así porque simplemente la calidad de la labor parlamentaria no depende de lo remunerativo, sino de su formación y capacidad, la misma que, como sabemos, es casi nula, pues, hay que recordar que la mayoría de nuestros parlamentarios son iletrados e incultos. Lamentablemente, esa condición no se supera con treinta mil soles mensuales, ni con otras cifras.

Por tanto, tal justificación para reafirmar su decisión de aumentarse, solo es una muestra más del oscurantismo de la que hacen gala la gran mayoría de nuestros parlamentarios, y que nos lleva a otro nivel del problema que nos involucra a todos; es decir, ¿por qué elegimos a una sarta de ignaros y conchudos para el Congreso? Definitivamente, encontrar la explicación a este sempiterno problema tiene que ver con la ductilidad de las leyes que permiten que cualquiera, con sólo DNI y mayoría de edad, postule a la gestión pública; pero también tiene que ver con la miseria institucional de nuestro país que permite que los puestos al congreso o a cualquier cargo estatal se compren y, finalmente, con nuestra propia pobreza política que hace que elijamos a cualquiera como “padre de la patria”, alcalde, regidor, consejero, etc.

Es decir, el problema del capital humano de nuestra estructura estatal que hoy está en vitrina por el lado de nuestro parlamento, se reproduce en todos los niveles del Estado. En otras palabras, igual de ignaros y sinvergüenzas son muchas autoridades del gobierno regional y local, y estoy convencido que en estos niveles de gobierno, de poca visibilidad pública, la conchudez e incluso corrupción, es mayor.

Por tanto, si hoy alzamos la voz de protesta contra la frescura de este segmento estatal, habría que hacerlo con el resto. Por ejemplo, sería bueno saber cuánto gana un consejero de nuestro Gobierno Regional; desde que han asumido el cargo hasta hoy, cuántas veces se han aumentado la “dieta”, o cuánto reciben por gastos de representación o viáticos, cuando salen fuera; cuál es su nivel de productividad, qué propuestas u ordenanzas han presentado, etc. En otras palabras, ¿cómo andamos con los conchudos que tenemos en casa?

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