Amauta zahoría

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Ayer se homenajeó a Juan Carlos Valdivia Cano por su trayectoria académica e intelectual. Eso valió para que el Municipio Provincial de Arequipa, luego de una minuciosa revisión de su basta obra que tardó varias semanas, le conceda la Medalla de la Cultura de Ciudad, magno galardón que hace poco fuera dado a un cantante imitador del programa “Yo soy”, al día siguiente que ganó el concurso. Como puede verse, el concepto de cultura e inteligencia que manejan nuestro burgomaestre es bien “amplio”. Pero más allá de esta desagradable anécdota, ayer estuvimos reunidos para homenajear al maestro y amigo. Me tocó decir algunas palabras que resumo aquí.

Cuando ayer Carlos Rivera me invitó a esta ceremonia para que dijera algunas palabras, sobre Juan Carlos Valdivia Cano, a quien hoy homenajeamos por habérsele concedido la Medalla de la Cultura de Arequipa, , le contesté: “Y qué tengo que decir?, que es mi pata?”. Pero pensando más seriamente la invitación, llegué a la conclusión que a Juan Carlos Valdivia lo conozco más por el lado académico que por el amical. El simple hecho de constatar que nos hemos visto más en escenarios como el actual, compartiendo seminarios, o mesas redondas, o conferencias en lugar de bares, parrilladas o pichanguitas futboleras, no hace más que confirmar esa conclusión.

¿Y desde cuándo nos hemos visto con Juan Carlos en estos ambientes? Que yo recuerde, desde siempre, o más específicamente desde que llegó de Francia con el cartel de haber sido alumno de Michel Foucault, uno de los pensadores más importantes del siglo pasado. De allí empecé a conocer su pensamiento plasmado en varias publicaciones, ya sea en libros o revista, o periódicos. Luego nos hemos seguido viendo, tanto en la Universidad Agustina, Santa María y de Tacna en donde ha sido y es docente, aunque en esta última también ocupó el cargo de decano, como también en diarios como “Arequipa al día” y “El Pueblo”, o semanarios como “El Búho” (ha escrito más de tres mil artículos).

Pero ahora que hago ese recuento creo que todo eso lo califica como un intelectual o alguien inquieto en el mundo académico, pero hoy lo estamos reconociendo como Amauta; es decir, Maestro, y no un simple maestro, sino un maestro zahorí. Y donde yo descubro en Juan Carlos esas cualidades, es cuándo he visitado su casa, que más que casa es un templo habitado por alumnos que asisten a ella para aprender, y en donde Juan Carlos es más que el profesor de aula, es el amigo a quien quieren escuchar, a quien quieren emular y seguir. Es más, Juan Carlos me ha confesado que son su propios alumnos los que van a ese lugar para arreglarlo, decorarlo, limpiarlo, etc.

Soy como él, docente, como él tengo alumnos, pero confieso que nunca he tenido ese feeling con los alumnos; es más creo que muchos se ven forzados a saludarme cuando estoy en clase, pues en la calle ni me miran. Es decir, tengo alumnos, pero no tengo discípulos como sí lo tiene Juan Carlos, como sí lo tiene un auténtico maestro, un amauta.

Por tanto, por su obra intelectual, por su compromiso con el juicio siempre razonado y polémico, pero fundamentalmente por ese lujo de tener discípulos que lo elevan a la condición de un auténtico maestro, creo que Juan Carlos se merece este homenaje que hoy le tributamos. Y felicito a quien ha motivado este acto y a quienes lo han secundado; es decir, al municipio de Mariano Melgar y, principalmente al Municipio Provincial, cuya presencia me devuelve la confianza que aún hay gente allí que tiene un concepto de cultura que va más allá del programa “Yo Soy”.

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Un comentario

  • Muy buen argumento, simple y honesto,ademàs la admiraciòn que tienen las personas por Juan carlos Valdivia es espontànea, no tiene explicaciòn.
    Buena para Jose Luis y buena para Juan Carlos.

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