De la gran transformación a la gran frustración

Una nueva semana y nuevos conflictos sociales que comprometen a nuevas empresas mineras, nuevos ataques entre la policía y la población, nuevos muertos. La semana pasada fue lo mismo y la antepasada también, y todo parece indicar que la semana que viene y la subsiguiente tendremos este mismo y trágico guión: conflictos, enfrentamientos, muertos, etc.

Esta afirmación no es agorera, sino simplemente de alguien informado que sabe que a lo de Cajamarca y Espinar se sumarán las protestas de Ayacucho, Arequipa y Moquegua que también alistan paros mineros. Mientras todo esto sucede en el mundo de la política real, sacudiendo, convulsionando y enlutando al país, nuestro gobierno pareciera que sigue en su nube, ejerciendo una política palaciega, envuelta en escándalos de calzón, o reuniéndose con estrellas rockeras y negociando, con meses de anticipación, la próxima presidencia del congreso; es decir, un país de dos mundos.

Frente a esta situación y a la evidente inoperancia gubernamental, no se trata de seguir enfilando los cañones para derribar este gobierno, pues parece que todos sabemos de sus limitaciones: inexperiencia, ausencia de cuadros técnicos, inexistencia de operadores políticos empezando por la cabeza; es decir, el presidente Humala, y enemigos que desean a rabiar que este gobierno fracase. Lo paradójico e inaudito del gobierno humalista es que esos rabiosos enemigos no están en la otra orilla, sino que están incubados en sus propias filas y liderados por el propio padre del presidente. Es decir, la crisis no podía ser más kafkiana.

Ya sabemos de todas esas limitaciones del gobierno, pero no se trata de refregárselas o de seguir torpedeando, sino de lo que se trata es cómo hacer para que, justamente, los rabiosos que tienen eco en las calles, no se salgan con las suyas y frustren la viabilidad de nuestro país. Es decir, lo que nos queda a los que seguimos creyendo en la democracia, es apoyar a Humala para que su gobierno no sea ganado por los rabiosos y las minorías gritonas y callejeras que están organizándose con ideas cavernarias. Si Humala sucumbe ante ellos, sucumbiría todo el país, y si eso sucede volvería a moverme ese funesto péndulo de Gonzales Olarte; es decir, el retorno al populismo estatista con maquillaje “revolucionario” que lo único que traerá será más retraso y pobreza al país.

Eso es lo que está en juego detrás de este tumulto sistemático que está recorriendo todo el país. Ojalá que el presidente demuestre que a sus diez meses de gobierno ya aprendió la tarea y reaccione para devolverle al país aquella confianza tan necesaria en estos momentos, para que sintamos que, efectivamente, hay gobierno; es decir, conducción, manejo y orientación. Pareciera pues que estas semanas son decisivas para Humala; es decir, de la manera cómo se resuelvan estos conflictos, sabremos qué nos espera los próximos cuatro años de humalismo. Ojalá que dicho resultado no nos haga pensar que la promesa de la gran transformación, pasó a convertirse en la gran frustración.

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