Entre vizcachas y atornillados

Deprimente el panorama que exhibe actualmente nuestro país: soldados y policía que terminan abatidos por las armas narcoterrorista, parlamentarios oficialista que celebran éxitos fantasmales y que luego no quieren admitir su error, ministros de la cartera de interior y de defensa que se descargan de culpas aferrándose al cargo, una cabeza del congreso que cachacientamente se burla del país al programar para el domingo, día de la madre, la sesión plenaria para discutir y votar la moción de censura; y, como si todo esto fuera poco, la regia pareja presidencial paseando por el Asia.

En medio de miles de interpretaciones sobre lo ocurrido en la selva del Cusco, quien mejor ha descrito el papelón que las fuerzas armadas han y viene protagonizando allí, es el patriarca de los Humala, el cacique don Isaac. Con dureza pero con certeza ha dicho: “a nuestras fuerzas policiales y armadas las están matando como vizcacha”. A la vez, señaló una ruta para encontrar una solución al problema: “que los altos mandos militares dejen de robar”. Es decir, en medio de esa maleza de malabares verbales, tejida por los congresistas oficialistas y secundada por algunos medios intentando justificar lo injustificable, se ha levantado la voz del patriarca humalista que, obviamente, ha sido ninguneada por lo incomoda, pero que retrata una triste verdad: no hay estrategia militar frente al resurgimiento del senderismo, y no la hay porque, entre otras razones, las fuerzas armadas también están atravesadas por la corrupción.

Mientras eso sucede en el campo militar, en el político vemos otro triste espectáculo: dos ministros atornillados al cargo, que se niegan a dar un paso al costado porque, según ellos, no tiene responsabilidad alguna por los resultados de las recientes operaciones contra el narcosenderismo en la selva del Cusco y, dos, porque si renuncian “el senderismo lo festejaría”. Es decir, Alberto Otárola y Daniel Lozada luciendo impúdicamente su descomunal y briosa concha.

Ahora, es cierto que la salida de ambos ministros no soluciona nada, ya que está por demás demostrado que el ollantismo no tiene gente y mucho menos cuadros de recambio. Los mínimamente capaces, o, en todo caso, los que le armaron todo el discurso programático y político que se propagandizó en la campaña, se han ido o han sido botados del gobierno, tal como se pronosticó. Es decir, de irse, Otárola y Lozada, y, de paso, el primer ministro Oscar Valdez (quién debió irse desde hace mucho tiempo debido, también, a su incapacidad monumental), no hay cambios a la vista de gente proba que garantice la continuidad del gobierno en condiciones mínimamente favorables.

Así, sin rumbo o, en todo caso, en piloto automático, como dicen los especialistas, camina nuestro país. A menos que, en medio del boato monárquico de algunos países asiáticos, a la pareja presidencial se le ocurra algo para que, a su retorno al Perú, sintamos que en nuestro país realmente hay conducción o manejo; es decir, gobierno.

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