Semana Santa y Tranca
Entre esos dos polos, hay un centro intermedio en el cual personalmente me ubico, pues la semana santa y principalmente el Triduo Pascual; es decir, el jueves, viernes y sábado, días en los que realizan las celebraciones centrales de esta conmemoración, son los días de los banquetes gastronómicos, supuestamente franciscanos “porque no se come carne”, pero en el fondo, de un estipendio grosero. Solo basta ir al mercado para saber cuánto cuesta el pescado, machas, bacalao y todos los menjunjes que ingresan en el famoso “chupe de viernes” para corroborar esta afirmación. Otra de las grandes paradojas, pues, de esta fecha religiosa que debiera servir para el recogimiento y ayuno espiritual, pero que nuestras tradiciones la han convertido en otra de las grandes celebraciones del buen comer y beber.
Hay, por tanto, tres maneras de vivir o pasarla bien esta Semana Santa. Para aquellos que dicen ser y sienten el cristianismo, me imagino que les corresponde ser agentes de resurrección o reconversión para sintonizar con el ideal cristiano del perdón del pecado, los pecadores y el triunfo de la vida sobre la muerte. Para aquellos que usan estos días para descarrilar sus afiebrados apasionamientos, sólo habría que recomendarles que no manejen embriagados y que, así como se proveen de litros de alcohol para estos días, también se provean de preservativos. Finalmente, para los centristas, recordarles que la gula es uno de los siete pecados capitales.
Pero creo que hay una recomendación fundamental que habría que hacerles y hacernos a todos en general: evitar estos días santos escuchar a los políticos, pues nada más falso, ridículo e hipócrita que dar oídos a nuestros políticos y autoridades intentado explicar, por ejemplo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” , o el “Todo está consumado”. Esas palabras santas, en boca de nuestros políticos y autoridades son veneno puro que ofende nuestra dignidad. Sino que lo diga nuestro alcalde Alfredo Zegarra, cuando en lugar de trabajar por Arequipa se dedica a turistear y lanzarnos bendiciones. En ese momento no nos acordamos de Cristo santificado, sino de su santa madre.