Nueva cruzada católica

cruzada.jpg

Ocurrió lo que muchos temían, pero que se negaban a aceptar: la iglesia le ganó el juicio a la Pontificia Universidad Católica del Perú. ¿Qué significa esto? Dos cosas: que dentro de poco a la universidad más importante del país, le corresponde cambiar de nombre; es decir, ya no se llamará Católica y mucho menos Pontificia; y lo otro, enfrascarse en interminables juicios para que el Arzobispado no le arrebate, también, los bienes terrenales que, en el fondo, parecen ser las verdaderas motivaciones de este juicio.

Las lecciones que podemos sacar de este hecho son varias. Una de ellas es que el catolicismo peruano, como institución, sigue gozando de un poder que creíamos perdido. Es decir, el catolicismo es debilucho cuando de impartir fe se trata, y eso puede verificarse midiendo la reducción de fieles que tiene año tras año; sin embargo, el catolicismo institucional es poderoso cuando de juicios y propiedades se trata. Allí no sólo es una cuestión de fe, sino incluso de desenvainar las artes diabólicas de las que los abogados son expertos. En ese sentido, es inadmisible cómo es que la Pontificia Universidad Católica, teniendo una de las Facultades de Derecho más prestigiosas del país, no pudo desarrollar una estrategia adecuada para evitar este final. Ya lo dice el viejo dicho: en casa de herrero, cuchillo de palo.

Pero la lección más importante de todo este enredo es constatar como la intolerancia exhibida in extremis por ambas partes es la que ha terminado imponiéndose en todo este proceso. No se qué tipo de pecado es ese; pero lo real es que ni la iglesia y mucho menos la universidad demostraron capacidad para superar la terquedad, sectarismo y engreimiento. Pareciera que ninguno quiso ceder y ambos terminaron perdiendo. Es decir, la manera cómo estas dos instituciones han resuelto su conflicto, no han aportado en nada en el objetivo de encontrar una fórmula para superar las relaciones conflictivas por la que atraviesa el país; es decir, entre la iglesia y la PUCP se ha repetido la constante que aquí es todo o nada, o sea ninguna negociación.

Con esa actitud y solución, la iglesia católica peruana nos da un mensaje: que seguirá con esa fórmula para continuar con lo que parece ser una nueva cruzada: recuperar terreno, por lo menos en el campo institucional ligado a bienes y propiedades. En ese sentido, que no nos parezca raro que luego del triunfo obtenido con la PUCP en Lima, ahora lo hagan con la UCSM en Arequipa, a quien ya le advirtieron que tiene que poner la barba en remojo si es que no se adecúan a la bendita Constitución Apostólica.

Muchos dirán que al fin y al cabo, el hecho que la PUCP ya no sea ni católica ni pontificia, no importa ya que lo que cuenta es el prestigio unido a la calidad de la formación profesional; sin embargo, hay que reconocer que eso no pasa de ser una declaración bienintencionada, ya que sí la afectará, pues es reiniciar un proceso, es volver a comenzar para posicionarse como un nuevo proyecto de educación superior. Le corresponde a la comunidad académica y estudiantil que quede, luego de la intervención de la iglesia, la gran tarea de lograr ese objetivo.

Puntuación: 4.50 / Votos: 2

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *