El circo de la revocatoria

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Aunque oficialmente este 2012 tiene como nombre “Año de la Integración Nacional y el Reconocimiento de Nuestra Diversidad”, en realidad por lo que venimos presenciando, debiera llamarse ”Año de las revocatorias”, pues ni bien empezó el 2012, largas filas se hicieron en la ONPE para adquirir los planillones que iniciarán el operativo de revocar a las principales autoridades ediles del país. Por lógicas razones, el caso más sonado es el de Susana Villarán en Lima, pero prácticamente en todo el país se ha iniciado el proceso.

Los afectados, es decir los alcaldes, han puesto el grito al cielo y han dicho que la revocatoria es un atentado contra la democracia; sin embargo, es todo lo contrario, ya que con ese mecanismo no sólo se evalúa la gestión de la autoridad, sino que se le sanciona con el desaforo del cargo, lo cual debiera ser interpretado por nuestras autoridades que ya no vivimos los tiempos en que podían hacer lo que se les venga en gana, sino que ya tenemos una población con cierto nivel de ciudadanía que se traduce en una permanente vigilancia a los actos de gobierno edil.

En ese sentido, es saludable que se ponga en marcha el proceso revocador porque no sólo fortalece el sistema democrático, sino que sirve también como un sistema de control para que nuestras autoridades no se duerman en sus laureles. Desde esa lógica, ese mecanismo debiera extenderse también a nuestros congresistas, pero, como sabemos, eso aun no es posible, justamente porque nuestros padres de la patria se opusieron a esa norma.

Sin embargo, hay que advertir que si bien la revocatoria los alcaldes tiene un lado positivo, también tiene uno negativo y peligroso, y eso lo podemos advertir cuando vemos quiénes están detrás de las revocatorias; es decir, no son instituciones o colectivos políticos, sino básicamente personas o sujetos guiados por el odio, la envidia o el figuretismo. Y allí está el peligro, pues detrás de hacer caer a un alcalde, lo que se busca no es mejorar la gestión municipal para beneficiar a la población, sino lo más bellaco; es decir, apoderarse como sea del puesto para saquear las arcas del Estado, o, lo más probable, lograr prensa para luego formar una agrupación con pretensiones congresales.

Ese es el peligro que hay detrás de tantas colas ante la ONPE que han empezado a hacerse desde el primer día hábil de este año: adquirir planillones de revocatoria simplemente para figuretear, ganar prensa, hacerse de un capital mediático para luego explotarlo electoralmente. Y eso sucede porque simplemente en nuestro país no existe una institucionalidad política que garantice que mecanismos como la revocatoria se traduzcan en medios saludables para mejorar nuestra democracia, sino para degradarla aún más. Lamentablemente, eso es lo que va a suceder con todo el circo que ya están armando varios personajillos que han interpretado la política como un mecanismo eficaz para acabar con sus problemas personales, principalmente los económicos.

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