A prender velas

Este 28 de julio es significativo porque no sólo celebraremos un aniversario más del país, sino que asistiremos a un cambio de mando, un cambio de gobierno que, según lo prometido, será de “gran transformación”. Ojalá así sea, no sólo por la gestión que mañana empieza, sino por el bien del país; es decir, de nosotros.

El gobierno que termina, el segundo alanista, sale con nota aprobatoria de 13 o 14 que al alanismo le debe saber a 20, si es que recordamos el 02 que obtuvo en su primer mandato. En ese sentido, hay que felicitarnos por esa aprobación que se traduce, fundamentalmente, en un crecimiento económico que ha podido beneficiar, entre otras cosas, la reducción de la pobreza. Hay cosas que aún faltan, justamente aquellos ligados a reducir la desigualad en nuestro país; es decir, salud, educación, justicia y seguridad, servicios que en realidad son una estafa y que son los que hacen que el Perú siga siendo un país inestable e incluso insostenible.

Esa es la tarea que justamente el gobierno que empieza mañana, ha prometido solucionar. Ojalá lo haga, aunque no puedo evitar mis dudas, ya sea por el cuestionado pasado y el carácter autoritario de nuestro nuevo presidente, como también por los primeros pasos de gobierno que ha dado y que a mi parecer, son desacertados. ¿Qué pasos? , la conformación de un gabinete variopinto que apunta más a satisfacer a la platea, lo que significa que pronto será removido, en lugar de afirmar las bases de un gobierno estable. Si a eso le sumamos su fluctuación interna por no ser un partido político, sino una organización familiar; el cargamontón de la oposición; la inexperiencia y los irremediables apetitos del entorno, aquellos que ya empezaron a pasar factura por el apoyo, entonces tenemos un cuadro que no pinta bien.

Así como cada lustro, mañana, al inaugurarse otro mandato presidencial, nos tendremos que encomendar a las fuerzas celestiales para que nos vaya bien. Y eso se debe a que no perdemos esa trágica costumbre de elegir como mandatario al menos malo del menú electoral. Es decir, aún no sabemos elegir entre los mejores sino entre los peores. Ocurrió con Fujimori, con Toledo, Alán y ahora Humala. Es decir, nuestro nuevo presidente nace con ese sino nefasto. Ojalá que en el 2016, estemos despidiendo aliviados, con un 12 o 13 de nota, a Humala. Ojalá tengamos 2016. Sólo nos queda prender velas.

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