De maestro a “posor”

Celebramos en nuestro país, nuevamente, el Día del Maestro. Por tal motivo he recibido varios saludos que, como siempre, agradezco gentilmente, pero que no acepto porque no me considero tal, ya que no soy autoridad en nada, un gurú y mucho menos modelo a seguir, aspectos que sí detenta un maestro que, por cierto, son pocos los habidos en la historia y muchísimo menos en la actualidad.

Lo que si acepto ser es un profesor, o “posor”, como me dicen algunos alumnos cuando en la calle o en los corrillos de la universidad se animan a manifestar un desaliñado saludo. Los profesores sí abundan en nuestro país, hay un poco más de medio millón de ellos, y sólo contando a los que han hecho del profesorado una carrera que empezó en la universidad. Si a esa cantidad le sumáramos los que año a año pasan a ser profesores, sólo porque consiguen unas horas de dictado en institutos, academias o universidades, sin saber nada de pedagogía o docencia, entonces la suma se elevaría inimaginablemente.

Esa situación nos pone ante uno de los dramas del profesorado en nuestro país: lo fácil que es acceder a esa categoría profesional. Creo que con el profesor ocurre algo similar a lo que les pasa a los periodistas: cualquiera termina denominándose periodista, simplemente porque cuenta con un carné, tiene un programa radial, o escribe, a veces, una columna en algún periódico. Como sabemos, esa accesibilidad ha terminado por distorsionar el trabajo periodístico. Me temo que algo similar pasa con los profesores; es decir, la falta de tamiz ha distorsionado la función los nobles ideales de la carera profesoral. Si a eso le sumamos el descrédito acumulado por años, ya sea por su representación política; es decir, el Sutep, causante, para muchos del deterioro de la educación en el Perú, o su rechazo a varios intentos de reformas educativas, entonces tenemos la imagen totalmente dañada del profesor peruano.

Por eso puede entenderse porqué el profesor ya no es un referente en los alumnos. En realidad, la escuela tampoco lo es, o ha dejado de serlo, como me lo confirman mis alumnos ingresantes cada vez que les preguntó cómo es que decidieron seguir la carrera de sociología. Es decir, la escuela y menos el profesor acompaña a los alumnos salientes de los colegios en la toma de decisiones tan importantes como la elección de una carrera profesional. Y eso nos conecta con otro gran tema que es la calidad de nuestra educación, que, como sabemos, es una de las peores del mundo.

Es cierto que hemos avanzado en algo respecto a la situación del 2006, donde sólo el 10% de los escolares sabía, a las justas, resolver operaciones matemáticas simples; y sólo el 15% sabía leer. Hemos avanzado en esas cifras, no mucho, pero hemos avanzado porque, entre otras cosas en estos últimos años se puso en marcha una política orientada a potenciar a los profesores a través de la carrera pública magisterial. Incluso fui invitado al progarma de Pronacaf, justamente para actulizar a profesores de la región en el área de ciencias sociales. Hoy leo que el próximo gobierno, el humalista, a través de sus voceros en ese tema que son sutepistas, han decidido dar marcha atrás con todo lo avanzado. Es decir, triste homenaje que reciben hoy los profesores, ya que se vuelve a imponer la mediocridad y el manipuleo político en esa profesión que debiera ser la niña mimada de nuestro país, puesto que sin una educación de calidad, sin profesores altamente capacitados y reconocidos en todos los niveles, seguiremos siendo un país a la deriva.

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