Adiós CID

La comunidad académica de las ciencias sociales está de luto. Se nos acaba de ir uno de sus más prestigiados integrantes, quien, además, era un excelente maestro y amigo. Me refiero a Carlos Iván Degregori que partió el día de ayer, producto de una lamentable enfermedad que, sabíamos, lo tenía postrado desde hace algunos años.

Con Carlos nos conocimos desde hace mucho tiempo. Fue profesor mío en el Instituto de Estudios Peruanos, entidad a la que perteneció por muchos años y de donde salieron sus más importantes obras, de consulta obligatoria para cualquier científico social que se precie como tal. Luego trabajamos juntos con el Proyecto de la Red de Ciencias Sociales y en especial de Cholonautas, que me apoyó directamente cuando fui Director de la Escuela Profesional de Sociología de la Universidad Agustina, y finalmente nos veíamos con frecuencia por su trabajo en la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Desde hace un par de años, se rumoreaba lo de su enfermedad y lo dejé de ver, pero sabía de él a través de sus artículos periodísticos, principalmente en Perú 21, y sus libros de más reciente data, entre los que destaca “El Nacimiento de los Otorongos”, en coautoría con Carlos Meléndez. Y mucho más recientemente, volví a leer a Carlos Iván a través de su propia página.

Sobre el aporte de su obra para entender al nuestro país, particularmente destaco sus trabajos acerca de Sendero Luminoso y luego del Fujimorismo. Justamente en esa última línea de trabajo, he usado mucha de sus ideas para desarrollar una de mis publicaciones ligadas a la teoría del Estado, me refiero a “La década de la antipolítica”.

Desde el plano de la institucionalidad académica, debo reconocer que Carlos se preocupó mucho por desarrollar el nivel de la antropología como carrera profesional y fueron varios sus esfuerzos para posicionar a esa escuela en varias universidades del país. En ese sentido, los antropólogos y, principalmente, los estudiantes de antropología, le deben mucho a Carlos Iván, y eso los obliga a adoptar una mayor responsabilidad para mantener su legado. Ojalá lo hagan, empezando por la Escuela Profesional de Antropología de la UNSA, aunque dudo que, por lo menos, se hayan enterado de esta sensible partida. Espero equivocarme.

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