Después del debate y cerca del día D

Dicen que cuatro millones de peruanos vieron el debate del pasado domingo entre las principales cinco figuras propresidenciales. Es decir, lo vieron casi el 20% del electorado que, para varios de los candidatos, es una cifra por demás apetitosa ya que se trata del porcentaje donde se ubican los dudosos o aquellos que hasta el momento no decidieron por quién votar. Pasado el debate, ¿algo de ese 20% habrá tomado una decisión, se habrán movido las preferencias, o simplemente no pasó nada?

De esas tres interrogantes, me inclino por la tercera, pues en general el dichoso debate, aquel que, según los analistas, iba a ser vital, no trascendió, pues lo que vimos fue candidatos desubicados (al igual que el moderador) del formato metodológico del debate, pegados a un guión y sin el brillo polémico. Hubo, eso sí, chispazos, pero en general, fueron casi tres horas de puro aburrimiento.

Así las cosas, es poco probable que la cifras se hayan movido. En todo caso, entrado la semana final de las elecciones, creo que hay otro factor que los candidatos debieran considerar: los cierres de campaña; es decir, el retorno a los casi desusados mítines. Creo que esas manifestaciones masivas, podrían servir de termómetro para medir mejor la inclinación electoral, e, incluso, motivar a que los indecisos terminen de decidir, aunque, recordémoslo, siempre habrá un interesante 10% que decide, el mismo día de las elecciones, al momento de hacer la cola.

Cuáles serán entonces los resultados del domingo? Muchos dicen que impredecible, pero de los que sí están seguros es que el militar Humala pasaría, fácil, a la segunda vuelta. El problema es, con quién? Es posible que pase con Keiko, lo cual nos colocaría en el escenario que pronosticó Vargas Llosa; es decir, terminaríamos eligiendo entre el Sida y el cáncer. A mí me gustaría que ese segundo round electoral esté protagonizado por el “Arepa” y el Charqui”, como los presentan las encuestadoras, a través de los twiters ya que la difusión de encuestas están vetados.

Si ocurre el primer escenario,; es decir, si elegimos a Keiko o Humala, sólo estaríamos retornando a la normalidad; es decir, reproducir, la cultura autoritaria e indigna que está instalada en el inconsciente nacional. Son cerca de dos siglos que estamos acostumbrados a eso: a que nos traten con la bota o a pensar que la autoridad “robe, pero que haga obra”. Esa pila de años frente a una veintena de democracia, no es nada; así que lo más seguro es que repitamos la constante nacional.

De no ocurrir eso; es decir, de apostar, por un modelo democrático, conservador, pero calmo, nos obligaría a revisar nuestros conceptos para pensar que, por fin, nos encausamos como una sociedad que tiene un imaginario mayoritariamente compartido. Poco probable, pues, recordemos, somos aún un país adolescente, y como tal, impulsivo y pateatablero. Así que, a prepararse por lo que se viene. De nuevo y acomodarse.

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