Nosotros como riqueza

Hay toda una corriente en la sociología que cada vez le hace menos asco al concepto y su relación con la riqueza. Es más, hoy esa noción no sólo está asociada al dinero, sino que, muy pegado, al pensamiento bourdieano, también a las relaciones e, incluso, a los afectos; por tanto, toda sociedad o proyecto político debe interrogarse sobre ella; es decir, sobre esa riqueza o riquezas que perseguimos, nos envuelve o seduce. Por lo menos eso es lo que piensa el sociólogo francés Claude Giraud, discípulo dilecto de Raymond Boudon, de quien comparto con ustedes una reciente entrevista que se le hiciera en su reciente paso por la Argentina.

Varias de sus categorías remiten a formas poco exploradas de la comprensión de los procesos organizacionales. La indiferencia, la envidia, el secreto, la traición, categorías que parecen partir de la negatividad. ¿Cómo es el recorrido intelectual en torno a esa construcción?
Las categorías que descubrí, las descubrí casi por azar. Yo me confrontaba al análisis del compromiso, a un análisis de la acción colectiva y no encontraba categorías que me permitieran pensar lo que la realidad me proponía. De alguna manera hice lo que Marcel Mauss sentenciaba: “Cuando logramos nombrar lo que observamos es que el saber avanza”. Así encontré categorías poco utilizadas en sociología. Cuando se utiliza la envidia se ve como categoría del hombre envidioso. Se usa en psicología o en filosofía en una perspectiva eminentemente condenatoria. Pero de hecho la envidia corresponde a la difusión de modelos de comparación. Utilicé la categoría de envidia porque me parecía que estaba en el corazón de los grupos sociales: nos situamos por un lado sobre el registro de la comparación envidiosa, que es el registro de los modelos de éxito social, y por otro lado frenamos esa lógica a través de una categoría que se llama indiferencia.

La sociología en general no te explica por qué hay un compromiso o por qué hay un distanciamiento, una desafección. Me parecía que se podía entender el compromiso a través de los negativos. Por ejemplo, la traición es un compromiso, un compromiso segmentado pero compromiso al fin. No es un compromiso hacia los que están presentes sino un compromiso hacia otros, los otros que no están o que todavía no están. En sociología hay una tendencia permanente a querer estar en un registro positivista, pero algunos objetos no pueden entrar en las categorías del positivismo y la pregunta es cómo pensamos estos objetos y eso se hace en un ida y vuelta metodológico entre sociología y filosofía o con otras disciplinas.

Uno de los ejes de su trabajo es la distinción entre organización e institución. ¿Por qué es productiva esta distinción? Los que hablaron de la institución no hablaron de la organización y los que hablaron de la organización hicieron como si la institución no existiera. Sin embargo son categorías que permitieron a la sociología crear su objeto. Entre la organización y la institución lo que se produce es una dinámica. Hay empresas que fueron instituciones fundamentales: Renault, Michelin, eran empresas, pero eran también instituciones francesas. La idea de que el campo de las organizaciones sea un campo distinto al de las instituciones es una aberración. Por otro lado hay instituciones que se enfrentan a procesos de deslegitimación porqué no supieron ser organizaciones eficaces. La crisis que conocen las instituciones reveló lo que no se quería ver detrás de la institución: la organización. En lugar de hablar de desinstitucionalización creo que hay que hablar de recomposición del paisaje institucional.

Su pensamiento va a contracorriente de una sociología que ve la descomposición por todos lados y observa en forma privilegiada los procesos de recomposición. ¿Cómo establece el vínculo entre este tipo de discurso sociológico y una acción colectiva que se funda sobre este discurso? Creo que ese discurso es muy peligroso y muestra la potencia de lo que no es. Me impacta ver el nivel de capacidad de movilizarse, de comprometerse en las organizaciones. Hay muchos intelectuales que se complacen en ensombrecer el paisaje y hay hombres políticos que los siguen porque es la misma nomenclatura, hay una alianza objetiva entre estos intelectuales y los medios políticos y en particular los sectores de izquierda que tienden a hacer de la esperanza una categoría imposible. Me parece que la esperanza está por el contrario en el corazón de cualquier acción y que construir la esperanza es la obligación de los políticos y no sé si no es una obligación de los universitarios. Hay una suerte de distorsión en Rosset por ejemplo, que piensa que la esperanza es una categoría absurda; para mí es una categoría movilizada cotidianamente.

Su último libro remite al gasto y al ahorro. ¿Cómo se inscribe en su análisis sobre las organizaciones?Son categorías utilizadas originariamente por filósofos para dar cuenta de la acción. Después fueron apoderadas por los economistas. Pero el ahorro y el gasto son una suerte de círculo que forma una dinámica de la inversión en relación a los otros. Si quiero entender el compromiso, si quiero entender la forma según la cual unos y otros movilizan sus recursos, sus competencias en el seno de los grupos sociales, entender el gasto y el ahorro es, como la indiferencia y la envidia, una manera de entender la dinámica de los procesos sociales. La manera según la cuál me presento es clave para entender los procesos de profesionalización o los modelos de éxito social y si ahorro o gasto más de mí es fundamental para ver cómo me relaciono en el futuro con la organización.

¿Cómo sitúa el problema del ahorro en relación al problema de la incertidumbre? No soy un especialista del mundo financiero, pero me impactó la referencia a Bataille y la forma según la cuál considera que el ahorro y el gasto se sitúan en el corazón de las relaciones sociales. Creo que el ahorro es una forma de anticiparse en relación a lo que pueda producirse en un futuro. Pero eso no significa que haya gente que gaste y gente que ahorre, sino que el ahorro es una pregunta constante de los individuos en relación a un campo de incertidumbre. Puede leerse en un registro financiero, pero se trata de un registro relacional, afectivo y cognitivo. En una relación amorosa hay un ahorro del sí mismo, en función de la inversión que se haga en la relación con el otro. Puedo tener un gasto físico pero no gasto todo; ahorro recursos cognitivos, simbólicos, personales que me permiten seguir. El ahorro relacional es esencial y siempre se vincula a un porvenir.

¿Sería justo pensar que detrás de estas categorías hay una concepción ampliada de riqueza? Sí, lo que está en el corazón de las relaciones sociales no es el dinero, sino la riqueza. Es decir, la forma según la cuál se logra especificar lo que debo construir. Detrás de la riqueza hay un ethos , hay una interrogación sobre la forma en la que voy a utilizar esta riqueza. ¿Qué es la riqueza? Es el saber, las relaciones, el afecto, el dinero. Hay una pluralidad de formas de la riqueza y un proyecto político o de sociedad que debe interrogar qué es la riqueza. Si producir conocimiento es uno de los elementos de la riqueza hay que encontrar una traducción en la organización social que lo valorice. Ahorrar y gastar se refieren exactamente a esto.

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