130 ¿para qué?

Curioso país el nuestro. En una semana plagada de escándalos parlamentarios (congresistas pegalones, vinculados al narcotráfico, enchavetados, etc.) se anuncia una reforma constitucional para aumentar el número de parlamentarios; es decir, tendremos más pegalones narcos, chaveteros y un rosario de capacidades que se sumarán a la mayor de ellas: su ineptitud.

Asumo que parto de un prejuicio, pues no todos los congresistas están en el mismo saco; sin embargo, no podemos negar que la calidad de nuestro congreso ha ido decayendo ostensiblemente de manera sistemática, al extremo de hacernos pensar a una cada vez mayor cantidad de ciudadanos de su real utilidad.

El desprestigio parlamentario es viejo y va asociado a una cada vez mayor vigilancia ciudadana encabezada por los medios de comunicación. Pero este defecto también tiene que ver con la devaluación de la política y, en especial, de los partidos políticos que en nuestro país se hiciera ostensible en al década del 90, concretamente con la disolución del Congreso por parte de Fujimori.

Recordemos que casi todo el país estuvo de acuerdo con ese acto dictatorial y, fundamentalmente, con sus argumentos (el Congreso no sirve para nada). Cuando éste se restableció se hizo con una sola Cámara y la mitad de parlamentarios que había antes. Luego de casi veinte años y varios intentos fallidos de restablecer al bicameralidad, se ha usado el ardid de ampliar el numero de escaños, pero el Congreso poco o nada ha hecho para mejorar su imagen, y, por consiguiente, su utilidad; al contrario, cada día nos sigue dando muestras que nuestros patrióticos padres son realmente indeseables e, incluso, impresentables.

Por eso suena a burla esta disposición constitucional que amplía el número de curules que nos obligará a que en las próximas elecciones elijamos a diez congresistas más que serán, como lo señalo arriba, además de ineptos, narcos y chaveteros. Obvio que eso se puede solucionar y pasa por una serie de reformas: marco legal para normar el funcionamiento de los partidos y no de agrupaciones electorales, evaluación tributaria, ocupacional e incluso sicológica de los postulantes al congreso, eliminación del voto obligatorio, etc., pero como nada de eso ocurrirá sólo nos queda a nosotros, como ciudadanos, emitir un voto consciente para saber a quién ponemos en el Congreso. Si ni siquiera cumplimos con eso, entonces no nos quejemos, pues nosotros mismos somos los indeseables e impresentables.

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