La madre, hoy

ta madre, como joden con las madres, solía decir mi abuelo como una reacción de protesta ante tanta publicidad por el Día de la Madre que, como sabemos, ha hecho de esa fecha creada por Anna Jarvis uno de sus grandes negocios anuales y, lo que es peor, ha materializado groseramente el amor filial.

Yo compartía la crítica de mi abuelo, pues me parecía chapucera la manera como el sistema nos quería convencer que el amor a nuestra madres se medía por la contundencia del regalo. Hoy sigo pensando lo mismo, mucho más cuando la figura de la madre ha cambiado ostensiblemente, pues ya no se trata simplemente de la esposa que programa su vida para dedicarse exclusivamente a sus hijos de manera sacrificada. No, esa figura ya no existe, pues en el mundo, según el Global Entreprendership Monitor (GEM), más de la tercera parte de los emprendedores del mundo son mujeres, y especialmente en nuestro país hay un 27% de madres que sostienen económicamente a sus familias en un escenario donde el 40% de las familias están a cargo de madres solas, ya sea porque fueron abandonadas por la pareja o simplemente porque decidieron llevar una vida sin la presencia de un hombre.

Es ese el escenario donde se desenvuelve la figura de la madre que es un añadido más a la gama de actividades que tiene actualmente la mujer. Es decir, cada vez es más raro encontrar a mujeres que persigan el sueño de la Susanita de Quino (dedicar su existencia a la cría de hijos, ama de casa o cocinera del marido). Hoy el papel materno es uno más en el menú de las mujeres. Por eso es que, como bien lo señalara Giddens, ella es la gran protagonista de la revolución silenciosa del siglo XX.

Como toda gran transformación, esto viene generando algunos problemas. Uno de ellos tiene que ver con el trato cada vez más expeditivo que tiene la madre con su hijo y en especial con el recién nacido. Los expertos en la conducta señalan que esto podría generar varios traumas o problemas conductuales, pero como esto podría constatarse a largo plazo, parece no importar. Lo que sí parece preocupar más es otra de las consecuencias de esa transformación del padrón femenino: la desubicación del hombre, ya sea porque no quiere reconocer o aún no se adapta a la nueva mentalidad que tiene la mujer actual. Es decir, es el hombre quien viene sufriendo más las consecuencias de una mujer que hoy no cree más en que su papel se condensa a la cocina o pañales, a los amores y mucho menos a los sacrificios eternos. Hoy la mujer, incluso si es madre, tiene una mentalidad más independiente o plástica, como diría Giddens.

Por eso que celebrar el día de la madre en este nuevo contexto, tiene otros significados que, creo, no tienen nada que ver con la refrigeradora, el abrigo de alpaca o el celular de última generación que hay que regalarle para demostrar nuestro amor, según reza la publicidad. De seguro que a la madre de hoy poco le importa eso; es más, de seguro que este segundo domingo de mayo, la pasó chambeando como cualquier otro día, sacando cuentas de su negocio o preparando las tareas para su próximo viaje a la capital donde hace estudios posgraduales. Y si nadie le brindó un beso o abrazo, ella misma se tomó un buen vino celebrando uno de sus varios roles: el de madre. Bien por eso.

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