‘Nuevas’ autoridades agustinas

Fueron las ondas de Radio Nacional (yo estaba fuera de Arequipa) las que me enteraron de lo que pasó el viernes pasado en la UNSA: la elección de las nuevas autoridades agustinas. Obvio que la información fue tenue y por eso el locutor usó el adjetivo de “nuevas autoridades”, pero los que vivimos en Arequipa, más aún, los que trabajamos en la Universidad Nacional de San Agustín, sabemos que los que han salido elegidos el viernes no son “nuevos”, sino “viejos” porque gobiernan a esa universidad desde hace una veintena de años.

Valdemar Medina, el nuevo nombre del viejo gobierno representa el encadenamiento de una gestión que se apoderó de la UNSA a fines de la década ochenta. Desde esa fecha hasta hoy, el único reconocimiento que tiene la universidad agustina es ser el centro de la corrupción y descomposición institucionalizada. Es decir, de la UNSA de antaño, precursora y vanguardia de la intelectualidad regional, hogaño es sinónimo de un pudrimiento que parece irreversible.

Lo afirmado no es pura suposición como me lo han dicho algunos colegas. Desde hace varias semanas la prensa local se ha encargado de poner en vitrina los “méritos” del nuevo rector agustino: títulos posgraduales falsos, una carrera administrativa basada en el timo y una gestión vicerectoral sostenida en la bribonada constante. ¿Logros académicos, trabajos científicos, alguna publicación, por lo menos? Nada de eso; al contrario, parece que eso es lo contracultural, pues la constante, la norma, lo regular es que el seguidor de Cornejo Cuervo sea uno que demuestre una mayor, y tal vez mejorada, forma de hacer de la rapiña un estilo de gobernar una institución de estudios superiores.

Y parece que es fácil institucionalizar ese estilo, el del rapiñaje, en una universidad como la UNSA que, penosamente, ha sido copada por la ramplonería en casi todos sus estamentos: el docente, administrativo y estudiantil. Pocos, poquísimos son la excepción, pero esos son los que menos interesados están en San Agustín mejore. Seguramente les ganó la insensibilidad o simplemente sus proyectos profesionales más expectantes que, definitivamente, no pueden materializarse en un espacio donde la insignificancia reina, como la UNSA.

Para abreviar, la elección de máximas autoridades ocurridas en la UNSA estos días significan el continuismo del debacle que inicióse hace dos décadas; es decir, mayor corrupción e inmoralidad. Parafraseando al propio San Agustín, en la UNSA la indecencia ha corrido rápido, por eso es que todos los vicios la alcanzaron.

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