Semana Santa, Biblia y literatura

En medio de la Semana Santa y envuelto con los chupes de pescados y films religiosos, deseo publicitar un recopilatorio que hiciera hace un tiempo acerca de la relación Biblia y literatura. Fue una tarea periodística lo que me animó a hacerlo, pero me sirvió para encontrar algunas respuestas acerca del poco peso que tiene hoy la Biblia no sólo en nuestra vida diaria sino en la literatura, pues hay que reconocer que, por lo menos hasta 1960, las Sagradas Escrituras fue el alimento espiritual de millones de personas, y también un referente literario importante, pues una gran cantidad de alusiones literarias a personajes, situaciones, narraciones, proverbios, bíblicos han poblado la literatura. Hoy, poquísimo de eso existe.

El recopilatorio está basado en un ensayo de Antonio Piñero que ahora presento.
Biblia y literatura
Un día, vi a un colega de Facultad, enfurecido por los pasillos. Le pregunté: – ¿Qué te pasa Jorge? – Pues que estoy sencillamente desesperado. Estoy explicando en clase a Emilio Zola (novelista francés del siglo XIX, muy famoso por haber dado carta importante de naturaleza en la literatura francesa al realismo más inmoral y a quien la Iglesia lo condenó al “Índice de libros prohibidos”) y no consigo hacérselo entender a mis alumnos… porque ¡no saben nada de la Biblia!

Sin embargo, a partir de esa fecha mencionada, ha cambiado notablemente esta circunstancia y puede decirse que a día de hoy el entorno bíblico ha desaparecido de la literatura La Biblia ha casi muerto como referente literario. ¿Por qué? Las causas son generales: un ambiente cada vez más laico, ante todo, con un evidente retroceso de las religiones, unido a un notable aumento del interés por la ciencia como marco de nuestra curiosidad. La ciencia en sentido amplio…, incluyendo la ciencia ficción, el espacio y el origen del universo, la electrónica…, la naturaleza como objeto de estudio… todo este conjunto “científico” es la que forma el espacio de alusiones más abundante en las obras literarias de hoy.

También en el retroceso de la Biblia como lectura el que partiéramos de una posición de desventaja respecto a otras naciones: ha sido una tradición inveterada de la Iglesia católica desanimar, o casi prohibir en siglos pasados, la lectura privada de la Biblia, por temor a que los fieles pudieran malinterpretarla. En el semiconsciente de muchos no existe –como ocurre en otros países, protestantes ante todo- como una de las tareas cotidianas la lectura de un fragmento de la Biblia. La inmensa mayoría de los cristianos no la ha leído entera… y muchos también tampoco ni siquiera han leído los Evangelios. Sin embargo, la Biblia además de un libro de ideas religiosas o de historia, es un libro de lectura entretenida. No toda ella, ciertamente, pero sí en gran parte.

Estoy persuadido de que el éxito, en parte, de la religión es ser vehículo de un bello elemento literario. En el cristianismo, sin duda alguna. Y en otras religiones también. El Corán, en partes que contienen pocas historias, es un libro bello por su vocabulario, por su ritmo poético, por sus rimas internas. La belleza de su lenguaje contribuye mucho a que la gente se lo aprenda más fácilmente de memoria y a fijar en las mentes el mensaje religioso que contiene.

Contando historias

Hay dos maneras de decir, Fulanito de Tal es un perverso. La primera es expresarlo así, tal cual, con una formulación abstracta. La segunda consiste en construir una historia entretenida en la que se pintan unas escenas o situaciones en las que Fulanito actúa como un perverso. No cabe duda de que es mucho más efectiva la segunda manera. Y eso es lo que hace la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento: contar historias en las que se transmiten mensajes religiosos.

Pienso que una buena parte de la pérdida de influencia de la Biblia en la sociedad es la casi eliminación de la Biblia como lectura en forma de Historia Sagrada de los libros de religión de escuelas, colegios e institutos. Con la Historia Sagrada se vehiculaban con facilidad los mensajes religiosos a través del interés que las historias suscitaban en los niños. A pesar que hoy los libros de religión son mejores presentados que antes, observo una gran pérdida de influencia en la materia de Religión lo que antes era Historia Sagrada.

Por ejemplo, una bella historia bíblica, que desconocen la mayoría de nuestros niños y que antes todos sabíamos: la de José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos y su posterior buena en Egipto: cómo resiste los deseos de deshonestos de una mala mujer y cómo es encarcelado. Entonces el Faraón tiene unos sueños que sólo José puede descifrar. El monarca, admirado, lo nombra su consejero y primer ministro, cargo en el que triunfa en toda la línea. Sus hermanos, impulsados por una hambruna que se había apoderado de las tierras israelitas deciden ir a comprar trigo a Egipto. José los reconoce y le tiene una trampa amorosa de modo que al final todos deciden irse a vivir a Egipto donde el Faraón le concede una región entera del país para ellos.

Pues bien, esta historia es tan buena literariamente que cumple con ciertas normas que exige Aristóteles en su Poética. (A propósito de la Poética: recordemos que en El nombre de la rosa los crímenes se cometen para intentar que la segunda parte, perdida, de esta obra no llegue a manos del público… tan fundamental era el efecto de la Poética, según pensaba el monje asesino).

La Biblia es, al margen de otras consideraciones, una obra literaria en la que convergen grandes genios de la literatura. En ella encontramos pasajes donde aparece reflejada la doctrina patentada por Aristóteles. La historia de José y sus hermanos (Génesis 37-47) es uno de los más bellos relatos (mýthos¬ mitos) de toda la Biblia. La narración goza de una venerable antigüedad, ya que está basada casi exclusivamente en las tradiciones llamadas por los técnicos yahvista (para llamar a Dios utiliza preferentemente el nombre de Yahvé) y elohista (para llamar a Dios utiliza preferentemente el nombre de Elohim), que son las más antiguas del Pentateuco.

Es bien visible cómo esta historia de José y sus hermanos vehiculan mucho mejor que cualquier formulación abstracta la idea de la conveniencia del perdón fraterno y del premio que Yahvé otorga a los que le son fieles. Y encima se pasa bien leyéndola.

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