Presentación de Cuarto de Hora

 

El jueves pasado, se presentó oficialmente mi reciente publicación Cuarto de Hora, ensayos de cultura comunicación y política del Perú contemporáneo. Ante un nutrido auditorio, los comentarios empezaron con Samuel Lozada Tamayo y luego Abel Tapia. Las palabras finales las tuvo el rector de la Universidad Católica de Santa María. Lo que a mí me tocó decir, lo comparto ahora con ustedes, no sin antes agradecer a todos los que, con su presencia, hicieron esa noche tan especial para mi.

Presentación de Cuarto de hora.
Buenas noches:
Según datos censales del 2007 arrojados por el INEI, Arequipa tiene aproximadamente 40, 000 estudiantes universitarios. De ese universo se gradúan anualmente cerca de 5000.40,000 alumnos, 40,000 potenciales profesionales. Son datos oficiales; sin embargo, sospecho que las cifras son mayores, pues el INEI sólo ha contabilizado cuatro de las diecisiete universidades que existen en Arequipa, según una investigación periodística que hicimos a un tiempo en El Búho. Es decir, me refiero a la UCSM, la UNSA, USP y ALAS. De las trece restantes no hay datos oficiales, pero lo real es que existen y cada una ostenta alumnos en pregrado, posgrado e incluso doctorado. Es decir, fácil que en nuestra ciudad hay más de 50 000 personas que están en universidades, y alrededor de ellos miles de profesores universitarios. Pero lo que quiero resaltar con estas breves cifras no es el bajón de nuestro sistema superior de estudios, sino que a pesar de tan astronómicas cifras, no tenemos en nuestra ciudad una comunidad académica.

Es decir, a pesar de estas obesas cifras de universidades, estudiantes y catedráticos no tenemos, como lo diría Norbert Elias o Robert Merton un espacio institucional y social ligado estrechamente a la producción del conocimiento científico, o como lo señalara Thomas Kuhn o Imre Lakatos, por lo menos subcomunidades que trabajen particularidades científicas, que se comunican a través de revistas especializadas examinadas por pares foráneos y abordando problemas objetivos para cambios progresivos. Eso aún no hay en nuestra cuidad, o, en el mejor de los casos, está construyéndose… muy lentamente.

Quien mejor ha analizado los efectos perniciosos de esa ausencia son los amigos de Prospectiva Arequipa 2021 que acaban de presentar (el martes último) una investigación luego de dos años de estudios. Allí, Pepe Lombardi y Oscar Ordoñez nos muestran una Arequipa al 2021 que tiene a la comunidad académica de espaldas a sus necesidades y además con ofertas profesionales desintonizadas con lo que de aquí a doce años necesitará Arequipa para su desarrollo. Es más, en un arrebato de sinceridad, el propio Presidente Regional, Juan Manuel Guillén nos decía ese día que una de las relaciones más difíciles de construir desde su experiencia en el cargo es con la academia, incluso nos confesó la cifra millonaria que se la asignado a una de las universidades para investigación y luego de dos años, ni siquiera hay títulos de proyectos a investigar.

Personalmente también constato permanentemente esa ausencia y lo hago en el medio académico, no comunidad, en el que me suelo mover. Es más, lo he vivido con mayor intensidad estas semanas que coinciden con la aparición de Cuarto de Hora. Es decir, cuando un colega me pide que le preste el libro para fotocopiarlo, o cuando un alumno me dice que quiere comprar el libro, pero cuánto de nota le voy a poner son señas de la ausencia de esa comunidad académica. Y eso que estoy hablando de aquí, nuestra ciudad, pues en Lima la cosa es peor como me lo hizo notar un librero la semana pasada cuando me dijo que debía bajarle el precio al libro porque no pesa tanto y es de provincias.

Ahora, estoy hablando de la fase terminal del libro; es decir, de la venta o puesta en vitrina, pero si revisamos otras fases, esa ausencia también se hace notoria, pues para muchas universidades hablar de editar o publicar un libro es peor que el chino mandarín; es decir, es un idioma que no entienden y parece que no entenderá jamás. Una de ellas, por ejemplo, me dijo que si yo garantizaba que el libro sea un best seller, podía financiarlo. Con razón, según un estudio de Luis Piscoya del 2007, de aproximadamente una cincuentena de universidades que están regadas por todo el sur, sólo una aparece, en el último lugar, con una producción de 14 libros al año. Quien ostenta el primer lugar en nuestro país es la Pontificia Universidad Católica del Perú con 294 libros al año; es decir, mientras esa universidad produce casi un libro diario, aquí aparece casi un libro al mes. Ahora, no hay que mirar a la PUCP como un ejemplo porque si la colocamos en el ranking mundial de universidades, esa casa de estudios la encontramos un poco más abajo del puesto 300.

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Si esa es la situación, entonces para qué publicar un nuevo libro en nuestra ciudad. Esa es una pregunta que me la he hecho cientos de veces, mucho más cuando un ex alumno que acaba de llegar de Canadá, luego de culminar sus estudios universitarios, me pregunta si antes de publicar he pensado en el mercado al que se va a dirigir. Claro, él viene de una de esas universidades que se codean con Harvard de donde salen los Nobels y los Pulitzer; que tienen bibliotecas de 15 millones volúmenes y que funciona con presupuestos anuales que bordean los 23 mil millones de dólares y que, por lo tanto, la publicación de un libro se engarza en lo que se llama la industria cultural o la industria del conocimiento, que luego va a hacer que sociedades como las nuestras sigan como satélites o dependientes de esos centros monopolios intelectuales.

En ese escenario, como comprenderán, la aparición de un libro local es una cosa rara, casi anecdótica que es producto de iniciativas individuales, más no de políticas institucionales y que para que vean la luz, muchas veces el propio autor tiene que poner de su bolsillo y luego estar vendiéndolo, con regateo y todo. Entonces, vuelvo a la pregunta: ¿para qué publicar, para qué celebrar, como lo estamos haciendo esta noche, el nacimiento oficial de un libro de ensayos? Bueno, por respeto a mi ánimo académico, aspiro a que este libro pueda contribuir, en algo, a construir esa comunidad académica que aún está ausente o que es débil en nuestra ciudad. Pero ese es un anhelo que no depende de mí, no soy autoridad universitaria y menos sueño o mato por serlo (quienes me conocen saben que no me gusta trabajar, aunque mis amigos me dicen que esos son los cargos que merezco justamente porque en esos puestos en donde menos se trabaja, no lo se).

Si este libro logra inquietar y generar un debate, creo que mínimamente logró su cometido que está ligado a la edificación de esa comunidad académica, pero, repito, eso no depende de mi, entonces, regreso a la pregunta ¿para que publicar?, y lo único que se me ocurre es que siento que publico y seguiré publicando por el simple placer de experimentar noches como esta; es decir, estar rodeados de familiares, amigos y gente que muestra un interés y respeto mínimo por el trabajo intelectual y la cultura en general; creo que seguiré publicando por ver, como en esta ocasión, el incremento a 1150 link que aparecen en la Internet noticiando la aparición del libro y su presentación el día de hoy. Siento que seguiré publicando no sólo por el placer de investigar y escribir, sino también participar del proceso de gestación de un nuevo libro; es decir, pensar en el formato, diseño, título y llegar al momento de la carátula donde pueda, nuevamente, poner caprichosamente la foto de mi hijo Fabio Enrique, y luego dedicarle las primeras páginas a Merly y Josué Alonso, mi familia a la que va dirigido todo mi esfuerzo.

Ya no espero comentarios, reseñas y mucho menos inclusiones en bibliografías como sí lo esperaba con mis libros anteriores. Ahora mis aspiraciones son más simples. Quizás me califiquen de superficial o egoísta, pero no me siento mal, pues también soy así, y esta noche, este acto alimenta esa parte mía. Por eso tengo que agradecer a quienes hacen posible o han hecho posible eso. En primer lugar quiero agradecer a la UCSM y en especial a su rector el Dr. Julio Paredes Nuñez quien se animó a publicar el libro e incluso lo prologó, a los Dres. Samuel Lozada Tamayo y Abel Tapia por su lectura y comentarios vertidos esta noche, a Luis Dávila, jefe de RRPP de la UCSM por organizar esta magnífica presentación; a Jorge Álvarez, mi enjundioso corrector que si por él fuera, aún el libro debiera corregirse más; a Jaime Mamani, notable artista, quien diseñó de la carátula; a Hernán Vallejos por la impresión y, finalmente, pero no en último lugar, a todos ustedes por darme hoy, esta gran alegría.

Muchas gracias

 

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