A Donayre con humor

El revuelo armado por el esperpéntico general Edwin Donayre ha originado una serie de respuestas aquí y, obviamente, en Chile. Del anecdótico hecho, lo que me ha sorprendido es que la falsa valentía de quien es el Comandante General de nuestro ejército, haya hecho aflorar la patriotería de varios amigos míos que ven en el fantasma chileno el único origen del sentimiento nacional.

Creo que por lo intrascendente, el caso hay que tomarlo con humor, tal como lo hace Antonio Gil, columnista del diario La Nación del vecino país sureño, que ahora comparto con ustedes. Lo que no hay que tomar con humor es el caso de corrupción en la que este general está involucrado. Me refiero a su directa participación en el escamoteo de ochenta mil galones de gasolina. Ahora, es cierto que esto no es una novedad, pues es muy frecuente que los militares de alto rango se acaudalen con la gasolina o con los ranchos de sus soldados, pero este caso sí es escandaloso porque, como dice mi abuela, Dios perdona el pecado, pero no

Bueno, ahora sí les dejo con la columna de Antonio Gil.

Hágame un favor, mi general Donayre

Todos alguna vez nos encañamos y hablamos huevadas. No reviste el hecho importancia alguna, general Donayre. ¿Cuántos políticos chilenos de visita en Perú no han prometido devolver el Huáscar después del quinto pisco sour? En mi lista privada hay por lo menos catorce.

Durante la Guerra de Secesión, y mientras el general Ulises Grant ganaba batalla tras batalla en el oeste, el Presidente Abraham Lincoln recibió un sinnúmero de quejas en las que se acusaba a Grant de ser un borracho perdido. Una delegación, que viajó expresamente hasta la Casa Blanca para denunciar al ilustre militar de pasarse todo el santísimo día poniéndole y de vivir casi sin tenerse en pie, recibió del Presidente la siguiente respuesta: “Quisiera saber qué whisky toma Grant para enviarles un barril a cada uno de mis generales”. No ha pasado siempre lo mismo, por desgracia, con otros muchachones de cinco estrellas.

Al otro lado de los Andes, sin ir más lejos, el tristemente célebre Leopoldo Fortunato Galtieri, que se ponía morado tomando Old Smuggler, un símil whisky de producción argentina y con toda seguridad el matarratas más infame destilado jamás por el hombre, ideó la brillante estrategia de invadir las Malvinas. La historia ya se sabe.

En lo personal siempre he culpado a Old Smuggler y su toxicidad de DDT de esa terrible tragedia. Se sabe que la señora Thatcher, al mismo tiempo, pero al otro lado del Atlántico, también pasaba las noches más doblada que un cheque protestado. La gran diferencia era que la Dama de Hierro se daba sólo con Glenfiddich, que aparte de ser un manjar de los dioses, es el único whisky de malta de las Tierras Altas que se destila, madura y embotella en su propia destilería. Calidad superlativa y a toda prueba. La Guerra de las Malvinas fue, a fin de cuentas como vemos, una pelea de curados, donde el que tomaba del bueno, naturalmente, se llevó la mejor parte.

El insuperado estratega militar Alejandro Magno era otro de los que planificaba sus batallas conchitoreado hasta las recachas. No anduvo mal. Conquistó casi todo el mundo conocido en ese entonces. Por motivos oscuros, un mal día, a los 32 años de edad, se encerró Alejandro a tomar hasta que reventó como un sapo.

En Chile tuvimos también algunos marinos y militares buenazos para el guarisnaque. Curaditos odiosos. Borrachines y viejos chichas de los que mejor nos olvidamos para siempre, cada martes. Hoy la pregunta que nos queda por responder es ¿qué cresta toma el comandante del Ejército peruano general Donayre? ¿Masato, guarapo? ¿O nos habrán copiado la ultra secreta receta de la chupilca del diablo? El Presidente Alan García, caballero de fina estampa como es, ya ha pedido las excusas a la autoridad chilena por el numerito del distinguido oficial,

quien aparece en imágenes subidas a YouTube por algún leal y fiel camarada del máximo jefe militar, asistente a esa velada, con una copa en la mano, farfullando: “He dado la consigna que chileno que entra ya no sale y si sale, saldrá en cajón. Si no hay suficientes cajones, saldrán en bolsas de plástico”. Para luego hacer pública su fórmula secreta: “Por si acaso, ustedes también, las mujeres van a ser mujeres bombas. O sea, ustedes los enamoran y después…”. El episodio es menor. Las autoridades chilenas, obviamente, han comprendido de inmediato la situación, aceptando en el acto las prontas, oportunas y gentiles disculpas del Presidente García.

Lo que no queda muy claro, general Donayre, es este asunto de las “mujeres bombas”. Y según mi modesto entender es el asunto más grave. En lo personal casi me han matado un par de compatriotas suyas en el pasado. No lo lograron sólo gracias al Gran Dios, pero me dejaron postrado una semana completa, tomando malta con huevo. ¿Habrán perfeccionado esas terribles artes marciales las exquisitas hembras nietas de Atahualpa? De ser así, estamos jodidos los chilenos. No hay arma que valga contra el encanto amatorio, la suavidad deliciosa, la sensualidad y la simpatía desbordante de las mujeres peruanas. Si ese es mi destino, general, vaya reservándome, desde ya, una bolsita plástica. Eso sí, por favor, para morir como un verdadero chileno, que sea de Falabella.

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Un comentario

  • Considero que no es para tanto no? hay que reconocer que se fue de boca pero en fin… el que nunca se haya ido de boca que tire la primera piedra. Segundo TEngo mis dudas con respecto a las denuncias del combustible. por familiares muy cercanos puedo dar fe de la entereza moral del Gral. Donayre.

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