Augusto Alvarez Rodrich, lecciones finales

La rapidez con la que hoy se tratan las cosas, unido a la realización del Foro Apec, han hecho que el caso de Augusto Álvarez Rodrich ya sea un asunto del pasado, o como dicen mis alumnos su caso ya fue. Una pena, pues ese tema merecía que se le abordase un poco más, entre otras razones porque nos plantea temas que no solamente involucra a los que están ligados con la prensa.

Uno de ellos, por ejemplo, es el de la objetividad periodística. Que los mandamases de El Comercio hayan sacado de la dirección de Perú 21 a Augusto Álvarez Rodrich, por razones empresariales, según ellos, o por contradicciones editoriales, según Augusto, es una muestra que la objetividad está supeditada, ya sea a razones crematísticas o de comodidad o incomodidad ideológica o política; es decir, aquí lo que se impone, en la lógica del dueño del medio de comunicación es cuánto ganaré con mi medio, o en qué medida cierta línea editorial me conviene a ciertos negocios, nada más.

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Otro tema muy ligado al anterior es el que tiene que ver con la siempre difícil relación poder político y medios de comunicación. Es cierto que los medios son un poder, pero de qué, o para qué. Que sea un poder para controlar al poder político es un ideal no una realidad. Lo que nos ha mostrado el caso Álvarez Rodrich, una vez más, es que la prensa es un poder para negociar poder. Aquí en nuestra ciudad, por ejemplo, el caso más emblemático fue el de Arequipa al día, donde sus propietarios mantenían ese diario para negociar y presionar cuotas de poder con resultados muy halagadores.

Y finalmente, el otro tema tiene que ver con la calidad de un diario. ¿Qué hace que un medio de prensa sea atractivo? Yo era consumidor de Perú 21, no sólo porque con Augusto nos une una amistad de años (frecuento a su familia desde mis épocas universitarias), lo cual me ha permitido ser testigo de su evolución de funcionario de Apoyo al periodismo, sino porque es un diario que me gustó desde un principio por su diseño, sobrio y elegante, su posición centralmente liberal, sus originales y a veces extrañas campañas (contra el racismo y la defensa de la diversidad sexual me parecieron notable), sus originales suplementos (el de Porqué me quedo en el Perú es de colección), su abanico ideológico a través de sus columnistas, etc. Fui consumidor de ese diario porque, fundamentalmente, creo que lo que atrapa a los lectores es la buena pluma.

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Es decir, lo que caracterizaba a Perú 21 es que tenía una serie de columnistas con una pluma notable, desde Jorge Bruce hasta Martín Tanaka, pasando por Basombrío, Pásara, Manrique, etc. Es decir, compraba Perú 21 por leer, no el diario sino a los columnistas. Ahora ellos ya no están, pues, decentemente, se han ido con quien los convocó. Sin su presencia, el diario se desinfló. Me he enterado que todos ellos, o por lo menos la mayoría, están en una página que se llama Espacio compartido. Qué bueno, eso significa que ahorraré 0,70 céntimos diarios.

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