Madre de Dios

Para conferenciar sobre las relaciones Estado-sociedad peruana, dentro del marco de la maestría de Derecho Constitucional que siguen, principalmente, magistrados de la zona, estuve en el paradisíaco Puerto Maldonado, capital de Madre de Dios. Situada en la zona sureste del país, en la frontera con Bolivia y Brasil, la también llamada Capital de biodiversidad, es la región menos poblada del Perú.

Pero Madre de Dios, y en particular su capital, no solamente tiene una escasa población, sino otras insuficiencias (50,3% de la población con red pública de agua, 29,5% de viviendas con servicios higiénicos; 42% de población con estudios secundarios y sólo el 10% con estudios universitarios concluidos) que contrastan con las potencialidades allí existentes.

Me llamó la atención, por ejemplo, saber que dos aviones diarios aterrizan en su aeropuerto, Padre José Aldamiz, repletos de turistas extranjeros que llegan a pagar miles de dólares por la estadía y gozo de sus atractivos turísticos. Lo curioso es que de esa fiebre turística, muy a tono con el inimaginable calor allí reinante, la ciudad no se beneficia, pues los turistas a las justas la conocen; es decir, no está incluida en el circuito turístico ya que, en relación con sus verdaderos atractivos (Parque Nacional del Manu, de Bahuaja Sonene, Reservada Nacional Tambopata, etc.) la capital, poco o nada tiene que ofrecer.

¿Cómo integrar la capital con el brioso turismo allí existente, para ensanchar la economía que se basa en la explotación de madera y oro informal? Una tarea pendiente y un ejemplo más de la falta de iniciativa de una burguesía local que imaginativamente sepa encontrar esos puntos concluyentes que beneficien a una población mayor de esa zona. A pesar de eso, se observa una ciudad pujante (la existencia de cuatro universidades es una prueba de ello), y que espera confiada en que la puesta en marcha de la interoceánica será sinónimo de su despegue integral. Ojalá, así sea.

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