ALAS

Es que recién nos hemos dado cuenta que no tramitamos sus recibos, por eso es que no le hemos podido pagar, doctorcito. Con esa explicación, breve, simple, pero categórica, se pretende cerrar un par de reclamos que vengo haciendo hace ocho meses a la universidad Alas Peruanas, sede Arequipa.

En marzo dicté un curso en la maestría de Docencia Universitaria de esa universidad, invitado por el mismísimo representante legal, administrativo, académico (es decir, todo). De esa fecha, a la actualidad… ni las gracias. No las deseo, como tampoco deseo la remuneración, pues en el fondo, luego de constatar el nivel académico, las normas sobre las que funciona y en especial su unidad postgradual, sentía que era un demérito haber aceptado la invitación a dictar un curso.

Por eso es que decidí renunciar al pago y sólo me concentré en dos objetivos: recuperar el recibo de honorarios y ver el registro de notas. Desde mediados de agosto empecé la búsqueda de ese deseo; es decir, mis recibos y mis notas. Hasta ahora, a pesar de enviar tres cartas, tanto para el que representa a toda la universidad, y al, dice, director de la unidad de postgrado, no ha habido respuesta, hasta esta semana en que luego de cierto ultimátum, recibí la llamada del, dice, director de la unidad postgradual para darme esa explicación que gloso arriba: es que recién nos hemos dado cuenta que no tramitamos sus recibos…

Ocho meses para darse cuenta que no tramitaron un recibo; de esos ocho, tres de correspondencia donde justamente les reclamaba dicho trámite. Definitivamente, lo que los ha hecho reaccionar es el ultimátum, creo. Y es que no les interesa pagarme, sino que, creo otra vez, lo que en realidad ya les debe molestar es que insista en ver el registro de notas. Allí está el quid del problema, pues sospecho que tanta negativa a mostrarme dicho registro se debe a que las notas allí presentadas no corresponden a las que yo tengo y guardo en mi maquina. Sólo sospecho.

He conversado con otros profesores, también invitados de esa universidad, y los problemas son similares y es que, en realidad, ese es sólo un aspecto de un problema mayor que tiene que ver con la perversa combinación de la informalidad de los estudios superiores más su comercialización desmesurada. En otras palabras, los estudios superiores, y en general casi todo el sistema educativo en nuestro país, se han mercantilizado tanto que, como todo negocio, lo que se impone es la lógica de la ganancia y no del producto. Por eso es que hoy se ofrecen estudios postgraduales al mayoreo, sin importar la calidad académica; por eso es que a los alumnos se les ofrece los títulos con la condición que serán sin rigor (es que hay que comprender el sacrificio que hacen, me dirá luego el que, dice, es director de esa unidad).

Como todo negocio, lo que se impone es la codicia. Cómo no tenerla y ansiar más si en corto tiempo hay como seis mil estudiantes en esa universidad que empezó en barracas y hoy ostenta algunos edificios, irregulares, mal diseñados y construidos, pero en fin, eso no importa. Lo que sí importa es crecer geométricamente con fórmulas marketeras bien trazadas (captar alumnos desde el colegio, ingreso libre, convenios con múltiples instituciones para cautivar más alumnado, promociones de dos por uno, etc.) Todo dirigido por una cabeza, el monitor o gerente de esa maquinaria empresarial. Allí no hay consejos, asambleas u otras formas de gestión universitaria. Allí sólo hay un poder, una fuerza que, en el fondo, representa la cancelación de la legalidad, la entronización de lo que Portocarrero, recordando a Agambet, llama el estado de excepción; es decir, la suspensión de las normas para permitir la concentración del poder en el soberano, o lo que psicoanalíticamente hablando, se llama la horda primitiva; o sea, la agrupación que sumisa y dependientemente, conducta fémina, es comandada por el macho primordial cuyo deseo es la ley, su ley.

El asunto es que mi reclamo no ha prosperado porque ha ingresado a la lógica de ese tipo de ley especial que, sospecho, está atravesada por otro elemento: la criollada. Es decir, no es que recién se dieron cuenta que no tramitaron mi recibo…, sino que, creo, simplemente se decidió por una yuca más, expresión precisamente muy común y criolla que indica el principal deporte en nuestro país: la transgresión de la normatividad.

Debo reconocer que el racionamiento que hago no sólo corresponde a esa universidad de raíces militares, sino que concierne a casi toda la sociedad peruana y principalmente a su mundo político y es así porque, como bien lo ha analizado Sinesio López, seguimos siendo una sociedad no de ciudadanos, sino de señores y siervos. Como yo quiero conquistar mi derecho a la ciudadanía, es que protesto y por eso, de ALAS no aspiro su dinero, sólo ambiciono ver mis notas, pues sospecho que me han enyucado no una sino dos veces: con la remuneración y alterando mis notas. Ojalá esté equivocado.

Puntuación: 3.83 / Votos: 6

Un comentario

  • ESE HUECO ES UNIVERSIDAD DEBERIAN CLAUSURARLO INMEDIATAMENTE , QUE CLASE DE GENTE "ESTUDIA" ALLI,QUE CLASE DE PROFESIONALES SALEN DE AHÌ, NO ENGAÑEN A ESA POBRE GENTE, EL MINISTERIO DE EDUCACION YA DEBERIA TOMAR CARTAS EN EL ASUNTO Y EVITAR TANTA ESTAFA.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *