Amor virtual

Mi mofletuda y hercúlea amiga Katy, se anima, toma aliento y suelta la confesión: ya tengo novio. Yo, abro más los ojos y sin falsa alegría la felicitó y la ametrallo de preguntas: desde cuándo, cómo se llama, de dónde es, cuándo salimos y me lo presentas, etc. Ella me mira, se desinfla y con tono bajo hace la otra confesión: ni yo lo conozco, sólo sé que es taiwanés… es mi amor virtual.

Estas historias las veo y oigo cada vez con más frecuencia, principalmente entre mis alumnos, adolescentes que han descubierto en la tecnología informática y específicamente la autopista de la información, Internet, no sólo una forma moderna de plagiar o facilitar sus trabajos, sino también de relacionarse con el mundo, incluso amatoriamente.

Esto es parte de la nueva realidad que viene construyendo el mundo virtual que yo no termino de entender, pues no comprendo cómo mis alumnos y alumnas, y ahora la rolliza Katy, puede decirle te amo a alguien que sólo existe en la pantalla. Me causa extrañeza su cara fruncida cuando me cuenta que pelearon porqué no le dio su número telefónico, o no estuvo a las tres de la mañana, para ella, diez de la mañana para él, para conectarse y darse

mimosos besitos chateros. Pero nos vemos a través de la webcam que he instalado, dice ella reivindicando su relación. Sí, lo ve, descubre que detrás de un nombre y sus mensajes electrónicos hay un tipo que vive en un dormitorio desvencijado, que su madre tiene que arreglarle la cama y luego acostarlo, etc., pero igual, esa persona que ella cree que ve en la pantalla no es él, es una construcción virtual proyectada a través del monitor, nada más.

Pero así están las cosas y, por lo visto, esa es la tendencia que, probablemente, entenderán y disfrutarán mejor las nuevas generaciones, o los adolescentes que hoy construyen y viven su mundo en espacios de ochenta centímetros que es lo que les asigna las cabinas; aquellos que vienen creando nuevas sensibilidades y que, incluso, ya han fundado un nuevo lenguaje para comunicarse con más rapidez. Yo no termino de entender todo eso y pienso que no buscaría novia virtual porque tampoco lo disfrutaría. Es que, al igual que la gorda Katy, no sólo soy de otra generación, sino que estoy entroncado a otro tipo de sensibilidad. Y por allí es donde empiezo a dudar que la relación virtual de mi amiga llegue a buen puerto, como ella se lo merece.

Quizá sea anticuado, pero sigo pensando que la relación de pareja se asienta en lo más primitivo, en el contacto real: palpar, oler, escarbar. Luego viene, lo supra; es decir, las ideas, el entendimiento, la ilusión. Si a eso le añadimos la prospectiva, la protección, etc., entonces entramos a niveles superiores, pero todo nace de lo primitivo. Quizá eso, lo primitivo, no sea amor, pero es la base. Entonces le pregunto a Katy, pero cómo lo puedes amar si sólo ves una imagen, a las justas te entiendes con él y ni siquiera sabes cómo huele? Ella, experta en estas artes, a pesar de sus rollos y pudores, calla, no sabe contestar.

Pero Katy, igual, no atenderá mis preguntas. Es más, no tiene porqué hacerlo, al fin y al cabo es su vida y tiene derecho a ilusionarse y hacer planes, aunque sea sólo con una imagen ocultando así su verdadero problema: el miedo a contactarse con personas reales por el temor de repetir la sensación de abandono que le causó su pasada relación. Lo que ella no sabe es que, con su amor virtual, igual, terminará sola.

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Un comentario

  • Pobre katy. imagino que sus frustaciones amatorias las llegará a disfrutar con un ser de carne y hueso. por que katy como cualquier ser humano tiene necesidades y si el novio virtual no la complace carnalmente imagino que uno más cerca a ella si lo haga.

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