Pensando sobre el Aniversario de Arequipa

Los diarios El Pueblo y La República me entrevistaron casi paralelamente y también paralelamente publicaron el día de ayer la conversación que tuvimos sobre el mismo tema: una encuesta realizada por el Centro Interdisciplinario de Innovación e Investigación de la Universidad Católica de Santa María sobre la percepción y problemas del arequipeño de hoy.

Es una encuesta curiosa porque destaca el hecho que el arequipeño se siente orgulloso de haber nacido aquí; es más, el 70% no hubiese querido nacer en otra parte y defiende su arequipeñidad a capa y espada. Sin embargo, el 45% piensa que Arequipa es costeña, que lo que la identifica la expresión de Ciudad Blanca, que su participación en la Guerra del Pacífico fue valiente

y que en la actualidad sigue siendo determinante en la historia peruana. Es decir, una total desubicación y desconocimiento de los encuestados. Pero lo más lamentables es la parte final de la investigación porque los problemas actuales de la ciudad son achacados a la presencia de los puneños, incluso para el 50% es una injuria mortal que lo confundan o le digan que es puneño.

Sobre la identidad del arequipeño, hay varias cosas que ya he publicado, así que no me referiré mucho, o en todo caso invito a que lean las entrevistas aparecidas en esos diarios locales. Pero, lo que sí quiero comentar, muy ligado al tema, es una tertulia que organizamos la noche de ese mismo día en el Colegio de Sociólogos, para conversar sobre Arequipa, en términos de lo que ha perdido en los últimos cinco o diez lustros y también imaginar a nuestra ciudad para los próximos decenios. En la conversación participaron Héctor Ballón, Raúl Fernández, Julio Fuentes y Raúl Quisocala, todos científicos sociales y arequipeñólogos cuyas opiniones y posiciones son de lo más interesantes.

Sobre lo que ha perdido Arequipa en estos últimos lustros, hay quien destacó el imaginario representado en la figura del loncco; es decir, aquel arequipeño clásico mezcla más de español que de cholo. Otro destacó entre las grandes perdidas de Arequipa su sueño industrialista que motivó, incluso, su carácter revolucionario y también hubo quien subrayó entre las pérdidas el carácter agrícola de la ciudad a cambio de un proceso urbanizador (hay más de 1500 asentamientos urbanos) que está configurando un nuevo perfil y, consiguientemente, un nuevo carácter del arequipeño actual. En medio de esas opiniones se filtró varias añoranzas, la de los antiguos líderes, tanto en lo político, académico y jurídico, la de las zonas (Tambos) y personajes de la calle (los locos con nombre propio), etc., y no faltó quien achacó la responsabilidad de estas perdidas, nuevamente, a los puneños.

Pero lo que más me llamó la atención de ese intercambio de opiniones, fue la prospectiva de Arequipa; es decir, cómo la imaginan de aquí a 40 o 50 años. Salvo la visión del historiador, la opinión de los sociólogos linda con lo apocalíptico, pues hay quien imagina una urbe descentrada y caótica a falta de un plan rector y la incapacidad de las autoridades; otro se la imagina invadida totalmente no sólo por puneños sino también por cusqueños y demás por efectos del cambio climático; y otro ve a una urbe atravesada por nuevas hornadas de conflictos sociales como producto de diferentes movimientos nacidos del nuevo escenario global. A cambio, el historiador cree que nacerá una nueva fuerza justamente como producto del altísimo proceso migracional que traerá nuevas inventivas y capacidades.

Creo que, opinando y tertuliando sobre Arequipa, es una manera extraordinaria de celebrar un aniversario más de nuestra ciudad, 468 años que la encuentra en un momento especial: somos una ciudad que se acerca al millón y medio de habitantes, altísimamente urbana; con porcentajes reducidos de pobreza, con uno de los índices más altos de profesionales del país y, actualmente, envuelta en un boom de inversiones que permiten avizorar con cierta expectativa, por lo menos, un futuro inmediato. Pero es cierto que también hay problemas. Crecemos desordenadamente, no hay plan rector y, lo que considero más preocupante, hay una falta total de liderazgo y una preocupante ausencia de capacidad humana. Sigo pensando que seguimos manejando un concepto identitario que no se ajusta a los momentos actuales y que nos impide tener una visión de conjunto, por lo menos con el resto de la región. Temo que ante la ausencia de liderazgos nuestra ciudad siga secuestrada por caprichos caudillistas que la empujen al abismo.

Pero en esta balanza, hoy catorce de agosto, me contagio del entusiasmo de todos los arequipeños (los nacidos y no nacidos, todos) y me sumo, con júbilo, a cantar ¡Entonemos un himno de gloria por la Blanca y hermosa ciudad!

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