Ingobernabilidad y revocatoria

En calidad de Presidente Regional de la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza (MCLCP), asistí hace pocos días a una Mesa de Diálogo contra la suba del pasaje urbano. La entidad convocante y organizadora: el Municipio Provincial de Arequipa; los invitados para ocupar dicha Mesa: representantes de las organizaciones populares (AUPA, FACA, etc.), gremios de transportistas (SUTMA, etc.), autoridades distritales y organizaciones sociales.
El Municipio explicó que había organizado esa reunión para que las organizaciones se pongan de acuerdo en torno a la suba del pasaje urbano (de 0.60 a 0.70 céntimos). Además, Ley Municipal en mano, argumentó de sus facultades en temas como ese.

En medio de apretones y empujes de mucha gente que protestaba por ingresar al lugar, se inició la Mesa de Diálogo con la participación de los eternos y camaleónicos dirigentes populares, muchos de ellos, incluso, con deudas judiciales. Su planteamiento: que impedirían, a toda costa, la suba del pasaje, que los transportistas son unos abusivos, explotadores y traidores y que se atengan a las consecuencias (es decir, que no se lamenten de las roturas de carros) si es que se atreven a subir los pasajes. También expusieron dirigentes de organizaciones fantasmas (Federación de Padres Familias, Federación de la 5ta. Zona del Distrito…, etc.), quienes con diversos tonos, unos más exaltados que otros, decían lo mismo.

Por la parte de los transportistas, ellos argumentaban que los precios no se regulaban, que obedecían al libre mercado, que era necesaria la suba por la carestía del costo de vida, especialmente los insumos de transporte y les reclamaban a los dirigentes populares porqué no protestaban de la misma manera cuando sube de precio la carne, el arroz, etc. Frente a las amenazas recibidas de los dirigentes, solicitaban garantías a la autoridad edil para seguir trabajando.

Finalmente, la autoridad edil se limitaba a moderar y pedir cordura, modulación de tonos de voz e invocar espíritus conciliatorios para que ambas partes lleguen a un acuerdo, cosa que nunca se produjo por los ánimos alterados de ambas partes que terminó en el retiro de los transportistas y en la advertencia de los dirigentes populares que ardería Troya a partir de esta semana si es que ocurría la suba del pasaje.
Así finalizó esta Mesa de Diálogo, entre gritos, pifias, abandonos abruptos de una parte de los invitados, y una autoridad edil lavándose pilatescamente las manos. Conclusión: nada.

En medio de los gritos y amenazas, yo me sentía temeroso y acobardado, sin atinar a decir nada. Luego pensé que por lo menos hubiese intervenido para reclamarle a la autoridad edil porqué ha decidido destruir las pistas del centro de la ciudad, disque para recuperar el tiempo perdido, haciéndole la vida imposible a transportistas y peatones. Pero también pensé que eso hubiese sido meter más leña al fuego sin ningún resultado, pues de seguro que la autoridad edil en ese momento me hubiese contestado con la ley en mano, pero no con sentido común.

Pero reflexionando luego, pensé que lo vivido es un típico caso de crisis de gobernabilidad, esa teoría formulada hace una veintena de años por Samuel Huntington, Michel Crozier y Joji Watanuki en su libro “La crisis de la democracia”, y que no es otra cosa que el desbalance existente entre la sobrecarga de demandas que se le hace al gobierno y la imposibilidad de éste de, no solucionarlas, pero, por lo menos, atenderlas. Los autores sostienen que este fenómeno es producto, entre otras, de la expansión de la democracia, cosa que está bien, pero el problema es que, paralelo al crecimiento de la democracia en el mundo, ha crecido, de manera más rápida los reclamos de la población, motivando un atrofiamiento entre lo que las instituciones pueden atender y de lo que la economía puede procurar. Como dice Huntington, a la larga el mundo no se divide en países capitalistas y comunistas, desarrollados y subdesarrollados, sino en países que tienen gobierno y países que no lo tienen.

Lo que experimenté esa tarde en las instalaciones del Municipio Provincial fue eso: una muestra clara de ingobernabilidad; es decir una entidad que, ley en mano, promueve una reunión, sienta en la mesa a entidades representativas para resolver un problema de la ciudad, pero luego deja que se insulten y amenacen, para, finalmente terminar lavándose las manos, sin presentar ningún planteamiento o salida. Es decir, una clase magistral que no sabe, que no tiene la mínima idea de lo que es gobernar. Entiendo mejor porqué lo quieren revocar.

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