Jornadas de Educación y Ciudadanía

De nuevo en casa. Largo, trajinado y cansado ha sido este viaje a Europa donde he visitado varios países, ciudades, universidades, museos, etc. Me hubiese gustado ir reportando desde allá todas estas experiencias; sin embargo, como lo advertí, el acceso a Internet es dificultoso y costoso (3 euros la hora en promedio).Tal vez, en función de mi tiempo que tiene que ver con retomar varias cosas postergadas, comente varias situaciones que me han llamado la atención en el plano social, político y cultural de la sociedad europea, o en todo caso, de lo que me ha tocado conocer en esta ocasión. Como introducción, les presento un esbozo de las exposiciones que me tocó hacer durante las jornadas de Educación y Ciudadanía: Modelos de difusión de valores e instituciones democráticas, organizadas por el Parlamento de Cataluña y la Universidad de Barcelona.

Oportunidades, dificultades y vacíos en el ámbito de la cooperación entre instituciones políticas y universidades en el Perú

El motivo que nos congrega en esta jornada internacional, es evaluar cómo se perciben y viven los valores democráticos en nuestras respectivas sociedades, poniendo énfasis en el sector juvenil. A mí me ha tocado reflexionar con ustedes el tema de Oportunidades, dificultades y vacíos en el ámbito de la cooperación entre instituciones políticas y universidades en el Perú. Pero antes quiero decir, rápidamente, algunas cosas que las tomo como introductorias y de focalización al tema.

Analizar el tema de democracia, ciudadanía y juventud, es sumamente importante puesto que sin una cultura democrática es hoy casi imposible la convivencia social, y enfatizarlos en la juventud lo es mucho más, puesto que en ellos se concentra la fuerza de nuestras sociedades ya que no son sólo el futuro sino nuestro presente.
Para el caso peruano este es un tema, además, delicado, pues el binomio: juventud-democracia no es muy feliz; al contrario, es conflictivo y muchas veces peligroso. Para entenderlo revisemos algunas cifras:

Cifras gruesas.-
En el Perú, la juventud es actualmente el grupo poblacional de mayor crecimiento e importancia demográfica. Uno de cada cuatro peruanos tiene entre 15 y 29 años que suman un poco más de siete millones de jóvenes. Parafraseando a un viejo intelectual y político peruano, el Perú es un país adolescente .
De esa cantidad, cerca del 50% vive en pobreza, mientras que el 17% vive en pobreza extrema. Obvio que en el sector rural la situación es más delicada, pues allí la pobreza afecta a 7 de cada 10 jóvenes rurales (en el sector urbano afecta a 4 de cada 10 jóvenes). Algo similar ocurre con la pobreza extrema, pues ésta es mucho mayor entre los jóvenes rurales, quienes son afectados por ella en un 38.7%; en las ciudades el porcentaje asciende a sólo 7.2% . Es decir, una gran mayoría de los jóvenes peruanos no viven debatiendo por el destino del país, y mucho menos están preocupados por ir o no al concierto de Deep Purple o Alejandro Saenz, sino que viven preocupados por la supervivencia del día a día.

Esta situación de pobreza, está ligada, indudablemente, al de la migración, o mejor dicho del éxodo que se viene produciendo en el Perú desde hace décadas, especialmente a partir de los años 60 del siglo pasado. Migran, lógicamente, hacia las ciudades o capitales de departamento que les ofrecen mayores oportunidades educativas y laborales. Lima, en ese sentido, sigue siendo la gran aspiradora nacional y continúan en la lista otras como Trujillo y Arequipa. Es interesante observar que muchos de esos jóvenes se instalan en hogares desnuclearizados o simplemente deciden vivir solos. Interesante digo, porque aun está por descubrir los efectos emocionales que produce ese alejamiento familiar que en el fondo significa vivir sin protección y sin afecto. Quizá la secuela más inmediata de esa situación es el alto grado de convivencia (31% entre lo jóvenes rurales) y del embarazo adolescente (de las jóvenes menores de 19 años, el 15% ya son madres). Demás está decir que la maternidad adolescente se asocia estrechamente a la pobreza.

Educación y empleo.-
En el campo educativo, las cifras son interesantes según el ángulo con que las veamos, pues en la urbe el 42% tiene estudios superiores universitarios o técnicos , pero en el rural más de la mitad sólo tiene educación primaria y menos del 3% tiene estudios universitarios. Si a eso le sumamos la calidad educativa de esa zonas , el asunto es más preocupante, pues con esa precariedad de capital humano, es imposible desarrollar esas zonas.
El empleo es otro tema recurrente entre la juventud peruana. Allí las cosas no son halagüeñas, pues recientes estudios demuestran que la mayoría de jóvenes o es inactivo (40%) o trabaja en pequeñas y medianas empresas (asalariado en las PYMES; 20%), siendo pocos los que tienen un empleo en la gran empresa, el sector público o trabajan en forma independiente. Pero además, hay que reconocerlo, las condiciones de empleo han variado significativamente, desfavoreciendo a los jóvenes. En la actualidad, por ejemplo, la duración media del empleo juvenil ha bajado de 27.5 meses a 24.2 meses; los trabajos permanentes han bajado del 24.8% al 10 %; los contratos de trabajo flexibles (sin estabilidad) han aumentado del 20% al 36.2%. Ni qué decir, sobre sindicalización, etc. Es decir, para el joven peruano el trabajo es cada día más precario .

Política.-
Ahora sí ingresamos al tema que nos ocupa en esta Jornada: la política. Cuál es la relación de la juventud peruana con la política. Decía líneas arriba que ese binomio no es promisorio, pues según datos del 2006 a nivel nacional, más del 90% de jóvenes tiene una visión negativa del país. Entre los principales problemas que estos mencionan enfrentar, están: el desempleo, la drogadicción y el pandillaje.

Respecto a los grupos de poder políticos (congresistas, jueces, líderes sindicales, etc.), el 84% confía poco o nada. En quiénes sí confían: en los profesores universitarios (75%) y sacerdotes (63%). Como lo han analizado varios científicos sociales peruanos , quizá esas cifras corroboren la cultura paternalista, autoritaria y depresiva que sobre la política se vive y percibe en la gran mayoría de la población peruana. Aquí otras cifras que abonan al respecto: 67.2% de peruanos considera que los ricos son explotadores, mientras que solamente 9.7% piensa que ellos contribuyen a generar trabajo; que al Perú no lo compone nadie, opinan 25%, equivalentes a 7 millones de ciudadanos; el reclamo más urgente y mayoritario está alrededor de la necesidad de imponer la autoridad. 73.5% de ciudadanos opina que se requieren gobiernos autoritarios; el 61% se iría al extranjero si la oportunidad se le presentase y el 77% de estudiantes lo haría sin cavilaciones.

Quizá se diga que esas cifras son generales y que no ayudan a entender procesos más internos o regionales; sin embargo, cuando acercamos la lupa, por ejemplo a mi ciudad Arequipa, la situación no varía, pues en una encuesta hecha en septiembre último sobre una muestra de 400 jóvenes de Arequipa Metropolitana, los resultados fueron los siguientes: el 87% dice ser pesimista respecto al futuro, el 65% no quiere al Perú, el 80% no le interesa el futuro y al 95% simplemente no le interesa la política .

Como vemos, estas cifras revelan que entre los jóvenes hay bajos niveles de apoyo a la institucionalidad democrática. Esto es más fácil entenderlo cuando a la cultura nacional de la desconfianza y depresión le sumamos los veinte años de terrorismo que nuestro país sufrió y que abrieron heridas aun sin curar. Es decir, al descrédito de la política hay que agregarle el temor a ésta.

Creo que aquí hay un aspecto medular para entender la difícil relación entre universidades y organizaciones políticas, incluso el vacío existente entre éstas. Es decir, la relación entre la universidad y los partidos políticos está atravesada por la desconfianza y el miedo. Desconfianza por el descrédito de los políticos peruanos de los últimos veinte años y miedo por las secuelas dejadas por la guerra interna protagonizada por Sendero Luminoso, el MRTA y el Estado Peruano.

Pienso que se entiende las razones de esa desconfianza y miedo a la política por parte de la juventud peruana, pero para que no queden dudas, aclaro que me refiero, por un lado, a la actuación de los políticos peruanos y sus respectivas organizaciones que, a partir de la década de los 90, construyeron un período caracterizado por la corrupción, cleptocracia y violación sistemática a los Derechos Humanos . A pesar de los años transcurridos de ese gobierno, poco o nada se ha avanzado para cambiar la percepción que la política es sinónimo de servicio social; al contrario, con los gobiernos democráticos que sucedieron a Fujimori, esa percepción continúa vigente o se ha acrecentado . Lo que causaría temor o miedo a la política, son los veinte años de guerra interna que protagonizara, principalmente, Sendero Luminoso, hecho altamente conocido a nivel mundial y que, a pesar de haber sido derrotada militarmente, con la captura de su principal cabecilla, Abimael Guzmán, continúa hoy como un fantasma en la política nacional.

Decía entonces que la desconfianza y el miedo son aspectos claves para entender la peliaguda relación entre la política y la juventud peruana. Tengo que reconocer que estoy haciendo estas afirmaciones basado en mi exploración en la Universidad San Agustín, de donde provengo y trabajo, pero sospecho que esta situación se repite en el resto de universidades peruanas.

Esto significa que debemos empezar restableciendo los puentes entre universidad y organizaciones políticas, pero temo que la principal responsabilidad es la de los partidos políticos que pasa, necesariamente, por validar su existencia . Creo que eso es fundamental para empezar a cambiar la percepción que de los partidos hoy se tiene en el Perú, y eso se lograría, creo, si es que se retorna a los viejos principios que alentaron la creación de las organizaciones políticas; es decir, espacios de formación ideológica ligada estrechamente a la búsqueda de los mejores valores que ha creado la humanidad, como la justicia e integración social.

Los partidos deben recuperar, pues, su esencia: educadores, formadores de valores sociales. Creo que esa puede ser la mejor estrategia para seducir, captar a los jóvenes de las universidades, en especial a aquellos que sí manifiestan interés y compromiso con participar en la vida pública, a nivel de gobiernos locales y programas de voluntariado (7,5%). Creo que también esa podría ser la mejor estrategia para lidiar con otro de los problemas actuales que no debemos soslayar y que tiene que ver con las nuevas sensibilidades juveniles ligados con el cambio de época; es decir, el de la denominada postmodernidad. Es este escenario, nuestro joven está atravesado mayormente por el consumo desenfrenado, el culto narcisista y la glotonería hedonista . Su indiferencia con el futuro mediato y con la política tiene que ver, también, con esto. Por eso se hace mucho más urgente que las organizaciones políticas recuperen el papel antes mencionado.

Al respecto, hay algunos avances que hay que merituar. Por ejemplo, desde el propio gobierno se está incentivando que las listas parlamentarias, consideren un porcentaje de jóvenes, u otorgar becas de excelencia a aquellos que destaquen en sus estudios. Hay también programas como Projoven, Proempresa, etc. Quizás el defecto de estas iniciativas es que vienen desde arriba, desde el gobierno, cuando sabemos que esos procesos son mucho mejor cuando se asientas en las llamadas “bases”; es decir, cuando nacen por iniciativa propia, y aquí nuevamente interviene el rol de las universidades y de las organizaciones políticas.

Toca pues hacer que el binomio juventud-política deje de estar basado en la desconfianza, miedo e indiferencia para trasformarlo en una relación de confianza y aspiración, sagacidad y compromiso con la sociedad. Creemos que esta es una tarea urgente porque, caso contrario, la salud de la democracia peruana no puede asegurarse .

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