Constitución y empresas peruanas: entre la globalización y el cambio de rumbo
En un mundo que cambia más rápido de lo que podemos anticipar, las empresas peruanas están navegando un mar revuelto: globalización, normas internacionales, cortes que dictan desde fuera, derechos humanos en la agenda y una Constitución que intenta seguir siendo el faro. ¿Cómo se sobrevive —y prospera— en este nuevo entorno jurídico?
1. Del Estado de Derecho al Estado constitucional
Durante años, creímos que tener reglas claras y jueces independientes bastaba. Eso era el Estado de Derecho. Pero nos dimos cuenta de algo inquietante: las grandes injusticias seguían ocurriendo. De allí nace el Estado constitucional, que no solo busca reglas claras, sino también justas. Hoy, la Constitución no es solo para abogados: impacta decisiones empresariales todos los días.
2. Las cortes internacionales ya están aquí
No se trata solo de lo que diga el Congreso o el Tribunal Constitucional. Cada vez más, las cortes internacionales están marcando la pauta, y sus decisiones influyen directamente en Perú. Casos sobre consulta previa, medio ambiente, pueblos indígenas o derechos laborales pueden cambiar la estrategia de una empresa de un día a otro.
Este nuevo escenario se llama tutela multinivel: los empresarios deben mirar a Lima, pero también a San José (Corte IDH) o incluso a Bruselas y Nueva York.
3. Globalización: oportunidad y vulnerabilidad
Gracias a la globalización, las empresas peruanas exportan, reciben inversiones, y compiten globalmente. Pero también quedan expuestas a estándares que no se discutieron en el país, y deben cumplir con reglas impuestas desde tratados, foros internacionales o normas extraterritoriales.
Cuando viene la desglobalización, con tensiones geopolíticas o políticas nacionalistas, las reglas cambian otra vez. ¿Cómo opera una empresa en medio de esta incertidumbre? Necesita una brújula: y esa es una Constitución firme pero adaptable.
4. El derecho empresarial ya no es solo comercial
Hoy, el derecho empresarial está constitucionalizado. No basta cumplir con normas mercantiles o tributarias. Las empresas deben demostrar respeto a los derechos humanos, al medio ambiente, a la equidad de género, y más. No hacerlo ya no es solo un problema reputacional: puede ser un riesgo legal.
Ejemplo: una empresa minera que no realiza consulta previa puede ver paralizado su proyecto por una sentencia constitucional. Un caso de discriminación puede terminar en la Corte IDH. Las decisiones empresariales deben incorporar una mirada constitucional.
5. El constitucionalismo líquido: ¿oportunidad o riesgo?
Vivimos lo que algunos llaman un “constitucionalismo líquido”: las reglas cambian, se reinterpretan, se mezclan con derechos globales. Para algunos, esto genera caos. Para otros, es una oportunidad de reinventar el contrato social entre empresas, Estado y ciudadanos.
En Perú, este fenómeno exige que las empresas no solo cumplan la ley, sino que comprendan el espíritu de la Constitución y de los derechos fundamentales. Eso requiere nuevos equipos legales, nuevas mentalidades y una nueva forma de hacer negocios.
6. ¿Qué pueden hacer las empresas peruanas?
- Actualizar sus políticas internas bajo un enfoque de derechos.
- Escuchar a las comunidades y grupos vulnerables como parte de sus stakeholders.
- Adoptar marcos internacionales, como los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos.
- Establecer programas de compliance constitucional, que no solo prevengan riesgos, sino generen valor.
7. Conclusión: una Constitución como aliada
La Constitución peruana no es un obstáculo para los negocios. Al contrario, puede ser la mejor herramienta para darles legitimidad, estabilidad y visión de largo plazo. Pero requiere que las empresas la entiendan, la respeten y la integren en su cultura.
Hoy más que nunca, en un mundo fragmentado, las empresas necesitan algo firme a lo que aferrarse. Y si se hace bien, ese algo puede ser nuestra Constitución.