Triste y sola la noche gime,
pero no llora porque sus lágrimas
no quieren escapar de las nubes negras,
negras como la plena oscuridad
que hoy se regocija con mi confusión.
Incesantes los grillos arrullan,
indómitos, imparable y crueles,
a la angustia que hoy campea oculta,
oculta entre las sombras nocturnas
que la amparan en lo acogedor de su regazo.
Y mientras navego en el negro mar,
el negro mar de la soledad,
la gente, tranquila en sus casas
se entretiene inútilmente
en los fútiles avatares de la vida.
Pero yo estoy solo, como la noche,
y tampoco puedo llorar,
porque las lágrimas no fluyen de mis ojos,
y las tinieblas ensombrecen mi mente
impidiéndome ver la claridad.
Y seguiré esperando, noche tras noche,
que vuelva la claridad hasta aquí,
para que un nuevo sol y un nuevo día
se lleven para siempre mi tristeza.
Vuelve pronto, que te espero impaciente, solo y triste,
ondulante destello de alegría,
para que al compartir mi soledad contigo,
pueda sentir tu dulce compañía
y te conviertas en el consuelo de mi vida.