PREGUNTÉ A JUANITA ¿QUIÉN ES NORITA?

Llegué a Quiquijana, son las diecisiete horas con cuarenta minutos de aquella tarde nublada del sábado de primavera, me siento perdido al no poder ubicar la calle para entrar al espacio donde debo llegar, volteo uno y otro lado, mejor me bajo de aquel Bus verde para preguntar a la gente que transita por esto lugares del valle. Me fijo atrás, vienes con una sonrisa tan elegante, dulce, asombrosa, tierna y mágica, que con solo mirarme aceleraste mis latidos al máximo, pues hasta creí ese momento que era el afortunado de haber visto una ángel. Te pregunte, por donde hay una entrada al lugar donde me quedare la noche, me respondiste tiernamente que tu también te dirigías al lugar donde voy, entonces me pediste tan dulcemente que te cobijara en el Bus mientras guiabas el destino.

Me atreví a preguntarte algunas cosas, me confesaste con una dulzura que jamás me hubiese imaginado, fueron instantes imposibles de no sentirte, imposible de no desearte, sin con solo mirarte mi corazón se paralizo y mi cuerpo se quedo tenso. El pequeño viaje de diez a quince minutos que duro hasta llegar al Instituto me hizo imposible no necesitarte para vivir como el frió en verano, como una esquina en el desierto.

Aquella noche oscura, tu fuiste lo que alumbro la noche, nos bajamos del Bus, te pedí que presentaras al director, pues hiciste el intento no hallamos, estuvo vacío el local, solo sillones, un escritorio y algunos sofás lucían sus características ejecutivas, mientras que la portón semi abierta yacía en paz, consintiendo el ventilado con el caudal del viento que corría por las laderas de aquella montaña prominente y triangula.

Tal vez te volví a ver algunas veces más, aquella noche gris y fría, pues trate de no pasar por tu cercanía, porque no pude aguantar tu encanto, cada vez que nos cruzamos. Se hizo noche, hasta los pajarillos de aquellas praderas ya debieron haber estado tomando su reposo, mientras que yo solo me quede, te corrías a descansar en armonía y serenidad a tu morada situada en la aldea donde con justicia correspondió ser el paraíso real.

No dormité toda la noche, no fue porque me quede huérfano de una cama, sino porque no deje de pensar en ti, pues la noche pasé en cabal afonía, pude auscultar solo algunos jadeos de algún individuo que estuvo durmiendo en el primer piso. Temprano me levanté y me puse a caminar por las calles estropeadas de aquel poblado, atravesé el rio villcanota, en la otra cuesta de la montaña me dirigí rumbo al oeste, llegué, solo vi algunas personas que discurrían por todo el plantel, se les notaba cierto disgusto, parece que les fue deficientemente la noche, mientras dos señora cocinaban en ollas grandes. Circulé por los escondites de aquella comarca, todavía no llegabas.

Mañana soleada, llegaron ya cuantiosa gente, cargados de vestiduras, y también apareciste tú, ohh que emoción otra vez me volví loco, no un maniático, sino estaba loco por ti, en unos momentos me saludaste, que voz tan angelical y dulce, susurraba, solo te respondí, y me fui a sosegarse en aquel huerto verde cubierto de grama verde.
Por fisgoneo pregunté a Juanita, ¿quien es Norita?, mientras que peinabas y trenzabas suavemente a tu compañera, Juanita te señalo, pues no podía concebir lo que pasaba, no supe si creerle o no. Acepte, lo dispuesto y recordé que algún día platicamos por Facebook y le dije: Juanita, llámala, que venga, pero no te arrimaste.

La placita esta colmada de toda la gente, la muchedumbre de aquel pueblo se ha volcado también para presenciar aquella actividad, dulce sirenita te atravesé antes que entraras a bailar y solo pude decirte que danzaras bien, pero me quede sin palabras porque me habías hurtado ya mi corazón, debía denunciarte por robarte mi corazón, pero no puedo porque si me restituyeras, tal vez me agonice esta noche al no conseguir tenerte en mi mente.

Hoy que estoy lejos, no dejo de pensar en ti, no sabes haré lo imposible para tenerte a mi lado, seré capaz de bajar aunque sea la luna, apagar el sol cuando te queme tu piel, derretir los glaciares con la palma de mi mano y si no te conquisto prefiero morirme en el sitial de la oficina de patrimonio de esta municipalidad de donde te escribo esta apostilla, en medio de la oscuridad, mientras que la lluvia cae inesperadamente, amedrentando todo el público en este pueblo quieto y huérfano, mientras que todavía tengo 63 amigos conectados en Facebook, me hablaron unos 10 amigos pero ninguno los respondí, y preferí escribirte mi linda princesita.

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