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Un año, dos semanas y tres días

– Dime, ¿qué estabas haciendo cuando ocurrió el terremoto?

Los cuatro niños le miraron. Sabían que les iban a preguntar sobre esto en algún momento, aquella noche. Uno de los más habladores contestó.

– Yo estaba en la fiesta de la Siomara. Ahí estábamos un montón de gente cuando comenzó. Salimos corriendo como locos. Felizmente la casita de la Siomara no se cayó, pero sí se rajó –movía las manos tratando de regalar imaginación-. Afuera no se veía nada, todo estaba oscuro y la gente seguía corriendo. Cuando regresé a mi casa, una pared había aplastado a mis patitos.

– Qué piña la Siomara –replicó una niña a su lado-. Justito en su cumpleaños pasa todo esto.

Entonces tomó la palabra Javiercito.

– Yo me había quedado dormido. Estaba viendo ‘La hora Warner’ y me quedé dormido –cuando el resto escuchó ‘La hora Warner’ empezó una tenue cortina de cuchicheos sobre los personajes favoritos-. No me había dado cuenta del comienzo del terremoto. Me desperté por el grito de mi mamá. Todo se movía y salí corriendo a oscuras, mi mamá ya estaba afuera de la casa. Bien feo ah, todo se movía feo, los árboles, el suelo. Afuera, mi mamá me gritó más y lloró porque se había caído una parte de la casa. La abuela nunca salió en el terremoto. Al final nos metimos para ver si estaba bien, sólo estaba dormida nomás. No le cayó nada.

– Una señora murió –dijo otro niño-. Una vecina. Ya había salido del terremoto. Cuando regresó para sacar sus cosas, ¡Plash! le cayó el techo en la cabeza.

– Qué feo ¿no? –volvió Javiercito-, y tú… ¿qué hacías?

Le tocaba el turno de compartir su experiencia.

– Yo estaba en la computadora esa noche. De la nada comenzó todo y ¡Pufff! salí volando instantáneamente a la puerta. Gritaba ¡Stocky!, llamaba a mi perro y me seguía. Cuando bajé al primer piso, el terremoto continuaba y mi ‘ no había bajado todavía. Mientras lo esperaba me había quedado boquiabierto por la vereda. Se movía así –hizo ondas tras ondas con sus brazos- y yo estaba inmóvil sorprendidísimo. Luego miraba alrededor. El poste más cercano se tambaleaba de un lado a otro y había gente a sus pies. Gritábamos ‘No sean locos; salgan de ahí ¡se puede caer!’. Luego una vecina empezó a correr de esquina a esquina rezando el ‘Padre nuestro’ en voz alta. Eso nos hizo sentir mal. Por ahí se escuchaba ‘Fin del mundo’… en verdad, sí lo parecía –una niña afirmó que la Sra Carmela también dijo lo mismo en su momento-. En el cielo se prendían y apagaban luces, parecían rayos lejanos. Pensé, ¿relámpagos en Lima?, esto anda mal, muy mal. Y al fin, el terremoto terminó.

Las caritas dibujaron interrogantes sobre el origen del fenómeno, las luces en el cielo. No halló una manera científica-didáctica de explicar el suceso. Prefirió continuar.

– Lo peor fue cuando terminó. No sabíamos dónde era el epicentro y temíamos a que se saliera el mar. A mi ‘ se le vinieron estas predicciones medias dudosas de Santa Rosa de Lima, decía que el mar saldría en cualquier momento e iba a inundar todo hasta el centro de Lima –prefirió no profundizar estas teorías-. Igual, era mejor prevenir que lamentar. Así que toda la noche [con nuestras maletas hechas] estuvimos pendientes del mar por la tele‘ para ir corriendo al centro de Lima en el primer taxi.

– En Pisco el mar se salió también –dijo Javiercito-. Mi tío me dijo que toda la plaza al lado del mar estaba llena de agua y las casas de por ahí inundadas.

– Cierto –aportó el mayor de edad-. Cuando fui por primera vez a Pisco encontré algas en las ventanas de las casas al costado del mar. Claro, el mar ya había cedido.

– ¿Sí? ¿era verdad entonces? -Javiercito y el asombro-. A su…

En silencio, cada niño recordó escenas de aquella noche. Los gritos de desesperación en las sombras. La primera vigilia.

– Ciertamente chicos, de un modo u otro, a todos nos ha sacudido horrible ese terremoto. Por eso estamos acá.

Luego de otro pequeño mutis, la infancia los hizo retornar a ‘La hora Warner’ para no darle más vueltas a la catástrofe. Ya otro día llegará el momento en el que vuelvan a tocar ese tema una vez más. Empezaron con pato Lucas.

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Así es la vida… así es la muerte ¿un terremoto en Lima?

Estas noches han sido las más pesadas de mi vida. Casi no duermo a diario.

Me acuesto sobre la cama. Miro al techo en la oscuridad [sé que está ahí: inmóvil]. Pienso en lo que he hecho en el día y en lo que haré al día siguiente. Luego, por fin llega el momento de cerrar los ojos.

En mi oscuridad [aquella en la cual todo es negro y uno se deja llevar por sus propios sentidos], el corazón empieza a latir con fuerza. Reposo mi brazo sobre el pecho: siento que también tiembla al ritmo del corazón, salta, como queriendo alejarse.

Cambio la posición de dormir, mi cara en el colchón no ayuda a lograr el descanso. Ahora puedo oír el latir, fuerte, nada pausado, pum… pum… pum… comprendo al brazo.

Dicen que va a haber un terremoto en Lima. Esto es impredecible. Pero cada noche me viene a la cabeza nuevamente el crujir de las paredes, es cuando todo empieza otra vez.

Foto de ~kulibico en www.deviantart.com

El carro pasa veloz por la pista. Siento el sutil temblar del piso. Cómo dormir así. ¿Tomar relajantes? y si en ese estado de calma absoluta no siento algún terremoto, si duermo profundamente y no despierto jamás.

No, esto es un exceso. ¿Estar alerta? tener preparada una mochila salvadora al lado [quedé en esto con una amiga] sería lo ideal. ‘Dormir’ con pantalones esta noche. ‘Dormir’ con pantalones la próxima noche.

¿Cuándo acabará todo? Estoy cansado de tratar de dormir pendiente que pueda ocurrir un terremoto esa noche.

Cuando suele ocurrir algún movimiento telúrico [sea temblor, réplica o terremoto], mi corazón se detiene [me duele el pecho unos instantes] como concentrándose en sentir si el grito de la habitación se detiene y por unos instantes mi cuerpo queda flotando en la nada para luego salir corriendo de donde esté.

Habrá un momento, estoy seguro, en el que las paredes bailarán de incomodidad [les fastidia la inercia]. Y quede atónito con el espectáculo. Sienta el aliento de la muerte perforando mis venas cardíacas. Para al fin, caer al piso y no moverme más.

De esto temo, y seguiré pendiente cada noche del terremoto que ocurra en Lima.

Otra cosa que me incomoda es mi ‘preocupación’ por los demás: saber que no todos se salvarán si ocurre con demasiada fuerza. No puedo suprimir las escenas de paredes cayendo sobre mis familiares. Adiós abuelo. Lo siento, así es la vidaasí es la muerte.

Y por eso me despido si no sobrevivo al próximo terremoto que tanto anuncian.

Gracias.
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El último temblor en Pisco (Escuela ‘A’ UTPMP: 08/10)

Esa noche, las nítidas aureolas que rodeaban a las estrellas incitaron la admiración conjunta del cielo. Antes, exitosamente habían presentado un panel de piso y sólo buscaban su perfecta posición. La luna que los acompañaba parecía haber aceptado el pequeño descanso.

Más allá, en los pisoteados surcos del cultivo, otro grupo de voluntarios y algunos niños del Centro Poblado jugaban “lobo que estás haciendo”.

De pronto ocurrió. La tierra empezó a sonar. El brusco continuo movimiento los hizo agrupar chacra adentro por inercia. Algunos segundos de más fuerza dieron paso a una débil réplica. Pronto la tierra se detuvo.

El más pequeño de los niños rompió a llantos. Algunos, más grandes, invocaban a sus padres. Ciertamente, en el aire se podía sentir el eco del dolor infantil durante el gran terremoto.

No será el terremoto que supuestamente iba a haber en Lima, Ale preguntó. La preocupación impulsó al uso de los celulares disponibles. Las llamadas fueron inaccesibles algunos minutos.

Mientras tanto, los cuadrilleros que se encargaban de los niños debían pensar en la manera más segura de reunirlos con sus familiares. No podían arriesgarse a cruzar el camino oscuro y rocoso pues otra réplica podría ocasionar accidentes. Esperemos un momento mejor, un cuadrillero propuso.

Los teléfonos celulares volvieron a funcionar. Dime dónde ha sido el epicentro porfa‘, y si puedes la magnitud también, Nico le dijo a un pata por el nextel de Eve.

Asustados, entre los ladrillos de adobe derribados semanas atrás aparecieron los padres de los niños que los techeros sostenían.

Cada uno corrió a abrazar a su hijo y las lagrimitas infantiles se fueron secando.

Este reencuentro familiar calmó, en cierto modo, a los presentes. Aún les quedaba cuán inadvertidos y despiadados son los movimientos telúricos. Una implícita impotencia por no predecir el futuro.

Sin embargo, algo los despertó. Lejos, los martillazos de otras cuadrillas volvieron a sonar. Algo era claro en esa oscura noche, estaba prohibido detenerse. Era necesario continuar.

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Un techo para mi País

Erradicar la extrema pobreza es una utopía para muchos peruanos. La realidad de nuestro país involucra a millones de niños que crecen con un destino marcado: vivir en condiciones indignas sin ninguna necesidad básica satisfecha.

Si no podemos aceptar esta situación, entonces tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados. Somos los jóvenes, que comprometidos con la sociedad civil, tenemos la tarea de solucionar este problema y no permitir que la pobreza extrema alimente una cotidiana indiferencia. Debemos ser conscientes de lo que sucede y comprometernos a generar un cambio.

Invitamos a universitarios, familias, empresas, medios de comunicación y demás organizaciones a ser parte de Un techo para mi País (UTPMP), reconociéndole la dignidad a familias como la nuestra; mediante el apoyo, la difusión o la participación directa en construcciones de viviendas de emergencia que permitan dar el primer paso para cambiar la realidad de los asentamientos humanos.

Mayor información: www.untechoparamipais.org.pe


En vista del terremoto que sacudió nuestro país, UTPMP organiza las construcciones de viviendas de emergencias en las zonas afectadas en el sur. El fin: ayudar a las familias más afectadas que lo han perdido todo mientras el Estado inicia la reconstrucción de la zona.

Donaciones a las cuentas de Un techo para mi País mediante Scotiabank

Dólares: 000-3022961 / Soles: 000-5075955

Si tienes entre 18 a 27 años, puedes unirte a UTPMP en la construcciones los fines de semana disponibles (viernes 7 pm – domingo 11 pm).

Las inscripciones para el voluntariado pueden hacerse en la oficina en Av. Del Ejército 756, Miraflores. Más información al 441-3306. Es ahora cuando podemos ser partícipes de algún progreso. Ningún temblor, terremoto o réplica nos detendrá.

Muchas familias están sumamente desoladas por las pérdidas de sus seres queridos, sus casas y la continuidad de sus vidas. Con esto en mente, debemos estar todos dispuestos a una reconstrucción nacional.

¡PROHIBIDO DETENERSE! Leer más