Distrito Industrial

El negro humo escapa de las largas y viejas chimeneas, se dispersa en un cielo marrón grisáceo. Donde estoy me encuentro seguro de no respirar directamente ese tóxico elemento. Antes de desaparecer, intentan formar amigables figuras; no lo logran. Usualmente me gusta imaginar objetos con las nubes. Pero aquí, en Distrito industrial, esas oscuras nubes horrorizan.

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“Agg, qué asco me da este distrito. ¿Han visto? tan pequeño y con tantas asquerosas fábricas. Lo peor de todo es que no hay un adecuado control municipal: no se renuevan los filtros que se deben poner en las chimeneas de las grandes fábricas. Y para colmo, por un poco más de dinero la Municipalidad se hace la ciega. Cuánto hollín expiden… cuánto de eso respiramos, Dios mío”. El profesor Huertas se queja.

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Una bandera peruana negra cuelga sin vida de un segundo piso construido a medias, hace más de tres meses que terminaron las “Fiestas Patrias”. Algunas sucias fachadas quieren acompañarla. Paredes claras contrastan con el polvo negro que las cubre. No, la culpa también la tienen carcachas antiguas que aún circulan expidiendo pura agonía venenosa, el smog. Una agonía que por necesidad económica, los choferes prefieren arriesgar a conducir. Un botón, se dice que la Avenida Abancay es la más contaminada de Lima y posiblemente del Perú.

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“Si regresas del Centro de Lima y te limpias la cara con un trapo blanco, verás que el trapo quedará negrísimo. La contaminación es insostenible”. Afirma Sara en la Feria de Ciencias del colegio.

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Casi salgo del Distrito Industrial. Volteo y el infierno sigue saliendo de la chimenea primera. ¿Debo cerrar los ojos y pensar que nada ocurre también?

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