Habitaciones vacías

Pareciera que Juliana también se ha llevado todo tipo de música a Brasil. Rock, pop, indie. Desde hace una semana no se escucha algo en el departamento. A esta altura ya debe haberse instalado en Río por completo. Hoy, le toca volar a Luiz.

 

Luiz utiliza las últimas horas en Zenith Street para empacar y desechar lo que no sirve. Debe admitirlo, es muy desordenado.

Con el equipaje listo, espera al taxista que lo llevará al aeropuerto. Lo único que no ha guardado es la laptop con la cual coordina los detalles de su llegada. Le emociona pensar que casi está en casa.

Abajo, el vehículo aparece. Sube las maletas y con la mochila en mano, enrumba al Louis Armstrong.

El aeropuerto posee tantas tiendas que entretiene la espera más larga. Agota su último cash comprando unos pines en The House of Blues.

El reloj le indica un par de horas para el vuelo.

– Well, I guess I have to go inside now -le dice.

– Yes… It’s time to fly -responde-. I’ll visit both of you very soon.

– Yeah! Visit us! You know that you’ll have a nice place at Rio.

– Don’t worry, I have your e-mail. I’ll be in touch.

– All right. Take care, bro!

– Thanks for everything, dude -se despide agradecido.

Un abrazo y Luiz ingresa a ese portal al que solo pueden acceder los que realmente viajan.

 

Aún de día, toma un bus que lo lleva por Airline Drive. En la ventana, los árboles se transforman en una línea verde por la velocidad del transporte. Como si tuviera absoluto control sobre sus recuerdos, recrea al gusto innumerables momentos con los amigos que ha ganado en los últimos meses.

El bus lo deja unos 50 minutos cerca de Zenith Street. Se detiene en el Krispy Kreme de Clearview Parkway por unos donuts glaseados y continúa su viaje en compañía del atardecer.

Llega al piso. El departamento parece un verdadero ataúd.

Se sienta en el único sillón rojo de la sala y observa a su alrededor. La alfombra que ya olvidó su blancura, los adornos navideños hechos por los brasileños, las puertas abiertas de las habitaciones vacías, un mensaje en el refrigerador.

Se da cuenta de la soledad que lo rodea. Todos los demás se han ido y la sombra de cualquier objeto dibuja trazos de melancolía.

Bien sabe, no los va a ver en mucho tiempo. Sinceramente… los va a extrañar.

Se reincorpora. Decide invitar a la resignación a pasar la noche, le toca alistar sus maletas a él también.

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