Creando palabras

Los ojos bien atentos a los labios de los gigantes. Especial atención en el baile de la lengua con los dientes. “Esos sonidos… sí, esos sonidos tienen mensajes”. Pero él todavía no comprendía cuándo empieza y termina cada sonido; cuándo cambia de significado para los demás. Prefería seguir escuchando. Así, imitando los sonidos, que salga cualquier cosa. Tienen que entenderlo de algún modo, lo volvía a intentar.

Luego de un tiempo empezaba a articular sus primeras palabras. Descubrió que con pequeños sonidos breves, el universo de invenciones es infinito. Sí, le gustaba crear palabras, mensajes cortos. Primero dentro de sí, y luego los exteriorizaba. Encantado al tener un idioma con significado conocible sólo por él.

Un día, entendió que las palabras le eran robadas. Misteriosamente, los gigantes parecían usar algunas de sus invenciones. “No, no puede ser cierto”; aún no las decía, estaban todavía en su cabeza. La rutina era la siguiente: los gigantes comienzan con palabras ininteligibles a las que él ya estaba acostumbrado a tratar adivinar para después, repentinamente, introducir aleatoriamente sus invenciones. “Oigan, no es justo. Yo he inventado esa palabra… y esa otra también”.

Qué es lo que pasa, ¿cómo pueden saber mis secretos? ¿Escuchan mis pensamientos?

Sí, posiblemente eso debe ser.

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