La suerte de Alan García

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Todo parece indicar que el suicidio del Sr. Alan García fue un acto estrictamente meditado y discernido, incluso con su círculo o entorno político más cercano. Por tanto, fue su última gran decisión política en vida. No se ha tratado de un acto espontáneo, una reacción circunstancial ante las presiones que podía haber tenido. Tratándose de alguien que fue 2 veces presidente del Perú, un argumento así termina algo derretido.

El Sr. García tenía claro que no quería ir a la cárcel (más allá de su culpabilidad penal que crecía en evidencias); tuvo claro (aunque equivocadamente) que no quería pasar por el juicio condenatorio del sistema judicial, porque afrentaba (así hubiera razón) a su condición de dirigente político y ex presidente. Su característica personal no podía permitir tal “afrenta”, así hubiera verdad y razones sólidas para sostenerlo y acusarlo, tal como se había empezado a desencadenar con el pedido anterior de su no salida del país (y quiso fugarse al Uruguay); con la dilación de las declaraciones que tenía que dar oficialmente el Sr. Barata de la Empresa Odebrech y otros implicados en los casos de corrupción promovidos por ésta empresa. El elemento sorpresa que hubo quizás fue que no se esperaba un pedido de prisión preventiva antes de las declaraciones del Sr. Barata y ésta se produjo (miércoles 17 de abril, honrando los protocolos y de acuerdo a ley, como en otros casos).

Pienso, que, habiendo reflexionado sobre su futuro inmediato, el Sr. García tuvo que plantearse ¿Cuál sería la salida más “digna” (para él) sin tener que ir a la cárcel? Ya había intentado huir del país y se lo impidieron. Quedaban como opciones: pasar a la clandestinidad o darse un tiro. Quizás lo primero lo podrían haber intentado alrededor de los días previos en que iba a declarar Barata (previsto para el siguiente martes 23 de abril). Pero el desenlace se adelantó y fue otra la forma como se dieron los hechos.

De todos modos, se percibe que el discurso estaba preparado para esta circunstancia y lo hemos visto en evidencia: culpar al Gobierno, sistema judicial y parte de la prensa de ser los responsables. Intentar convertir en un mártir al líder que se iría (que se fue). Buscar hacer del hecho una ocasión de una movilización nacional y de reagrupamiento y nuevo impulso del Partido Aprista. Sin embargo y aceptando que es un hecho doloroso la muerte de un líder partidario, así como el efecto que puede tener en sus adeptos y en sectores sensibles y cercanos a su partido, habrá que esperar como se “asientan” las aguas.

En realidad, y más ampliamente, lo que uno esperaría seriamente es una autocrítica tanto del Apra como del conjunto de los partidos políticos en el país por haber sido, de una u otra forma, parte de una práctica política que tendía a buscar recursos económicos de diversas formas poco transparentes, ilegales y, en algunos casos, abiertamente criminales. Las cuales no sólo servían para solventar las necesidades del partido sino también para un enriquecimiento de algunos pocos que medraban con ello y otra serie de “negocios”.

Habrá que seguir profundizando en éstas reflexiones. Es fundamental apostar por una renovación auténtica de nuestra política, nuestros partidos, de nuestra alicaída clase política y del sistema político en su conjunto.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 19 de abril de 2019

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