Desafiemos la injusticia

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De qué manera tendríamos que organizar las cosas para que no existan muertes “injustas” en el mundo. Por ejemplo, una muerte como la de Jesús en su tiempo fue injusta, pese a que vino a predicar el amor, la justicia y la verdad. Las autoridades que se vieron cuestionadas por la autoridad con la que hablaba Jesús y cómo iba creciendo en aceptación por el pueblo creyente, no tuvo mejor idea que matarlo, justificándose en que había “violado la ley”, había cometido “sacrilegio contra la religión” judía o se había “rebelado contra la autoridad” del Cesar (“dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”). Quizás tendríamos que empezar por concordar si algo como la “pena de muerte” es un asunto válido realmente y cosas equivalentes…

Pero partiendo de lo más general, es bueno preguntarse ¿cuándo sería más evidente que una muerte es injusta? Quizás, con cierta rapidez, podríamos ubicar que es injusto que alguien (quien sea la persona) se muera de hambre, o por falta de atención médica básica, o también por falta de cobijo. Otro aspecto de lo mismo es que muera algún niño (tu hijo, mi hija, la del vecino…); ya sea al nacer o durante el tiempo que no puede valerse por sí mismo (por ejemplo en sus primeros 12 ó 18 años). Podemos considerar en esto el caso de la muerte de ancianos por desamparo (soledad, abandono, otros).

De allí podemos pasar a las muertes que se producen por diversas negligencias, como son muchos de los accidentes de tránsito; descuidos en los centros médicos; por efecto de la delincuencia y otros. También podemos situar el tema de las muertes por causa de las guerras, las acciones terroristas y similares. Podemos añadir flagelos de muerte adicionales como las que se producen por algunas migraciones mundiales (especialmente de África a Europa); prostitución y trata; tráfico de órganos; narcotráfico.

Es llamativo que a partir del punto planteado de las muertes injustas casi hemos recorrido los principales problemas a nivel mundial. Seguramente nos quedan algunos (o muchos otros casos) por hacer explícitos. Pero son bastantes las causas de muerte injusta, incluso sin haber pasado a definir de modo más riguroso qué podemos señalar como “muerte injusta”. El asunto está en que la sola mirada que hemos recorrido nos sitúa en algo que es indefectible. Vivimos en un mundo fundamentalmente injusto. Es increíble pero la gravedad del tema es más amplio a lo que uno se podría imaginar desde un inicio, lo cual hace más exigente el buscar respuestas y soluciones a los puntos planteados.

Nunca estará demás decir o demandar: ¡Nadie en el mundo debiera ser sujeto o debiera ser pasible de una muerte injusta! Entendiendo por ella, especialmente, la de una muerte que se pudiera evitar en términos normales o de convivencia adecuada. Probablemente, si ideamos y ponemos en práctica un sistema que garantice a todos/as el pan, la salud y el cobijo, podríamos estar avanzando en resolver más del 50% de las muertes injustas en el mundo, ya que las otras causas, varias de ellas, están entrelazadas a lo señalado.

Quizás necesitamos empezar a hacer ejercicios razonables de cosas que no debieran darse entre los seres humanos de un modo tal que absolutamente todos nos sintamos comprometidos en su solución. Porque nos afecta a todos dentro de la aldea global que vivimos. ¿Podemos afrontar dicho desafío? Por supuesto que sí, hay que hacerlo. Todos tenemos que hacerlo.

Guillermo Valera Moreno
Lima, 4 de setiembre de 2016

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