La política puede tener sentido

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Hablar del “modelo de desarrollo” o del “sistema” pueden se palabras muy gruesas que abarcan muchas cosas y, a la vez, pueden decirnos poco si no las situamos adecuadamente. Sin embargo, a todos nos afectan, de un modo o de otro. Sobre todo porque estamos hablando de la relación Estado – Sociedad, de cómo se conectan las personas unas con otras, sus interacciones diversas y el modo cómo plantean sus demandas y satisfacen sus necesidades.

Quiérase o no, el Estado juega un rol preponderante en todo grupo social porque ayuda a delimitar las cosas, a establecer “reglas de juego” (democráticas en tiempos modernos), velar por los más indefensos y proteger a los más débiles (al menos debiera ser algo sobre lo cual podríamos tener mucha conciencia). Desde el Estado es posible desarrollar el gobierno de una sociedad (es teórico decirlo, pero en orden al “bien común”) y velar por los intereses de todos. Primando el interés común y el bienestar general sin menoscabo de los intereses particulares que, siendo justos, deben tener espacio y representación adecuados.

La revolución tecnológica, especialmente en las comunicaciones, nos ha replanteado la manera de relacionarnos. Ya no es una novedad decirlo pero si lo sigue siendo el detenerse lo suficiente para establecer cómo nos toca hoy situarnos, educarnos, comunicarnos, escucharnos, atendernos, entendernos, amarnos, incluirnos… No por eso ello sustituye otras formas de relación que, como la marcha por “#Ni una menos” nos muestran que la calle puede ser un lugar de encuentro muy especial y multitudinario, para obligarnos a ver y cambiar. Sin violencia.

Todo lo anterior con sentido de memoria, de historia, de recuperar la experiencia vivida. Porque considerarlas nos posibilita poder mirar hacia delante más lejos, abrir nuestro horizonte con mayor conciencia de lo que queremos vivir hacia lo que llamamos futuro, el mismo que hay que construirlo (si no otros lo harán por uno). Especialmente, para poder pararnos mejor en el presente y vivir mejor situados y disfrutar con ternura lo que nos toca como realidad y cambiarla en lo que corresponda. En todo lo que contradiga a su sentido humano, de belleza y realización para todos.

Puede parecer algo romántico pero eso contiene el sentido más profundo de la política, la cual parte de la preocupación básica de cómo vive la gente, cómo se siente, su sentido de vida… Para situarse en el propósito de posibilitarlo para todos de modo específico. No hay “suerte” en la vida, si bien algunas o muchas cosas no nos las explicamos a cabalidad. Las personas podemos encaminar la vida (mi vida!), darle un derrotero, optar, decidir, equivocarnos, acertar, reír, llorar… todo hace a nuestra experiencia y es necesario que aprendamos de cada una de ellas como algo normal, dándonos ciertamente un sentido de bien siempre, el cual será el mejor indicador de éxito, meta, realización, felicidad. Sin aspirar a ser perfectos (nos genera muchos equívocos), pero siempre mejores, con mucha humildad, sentido de solidaridad y disposición de agradecimiento.

Hay que construir esa cultura. Empezando por saber ver y escuchar. Más aún si vivimos en un contexto especial como el que se ha abierto en el presente tiempo. ¿Cómo nos reconectamos con la gente y con el nuevo contexto? Tanto en lo simple de la vida cotidiana como en el proceso de democratización que estamos experimentando como sociedad peruana. Cómo aprendemos a tratarnos y salimos del “ninguneo” a las personas (o racismo en muchos casos). Cada individuo es singular e importante. Merece el mismo respeto y consideración que las personas que más amamos por las razones que fueran.

Quizás es tiempo de perder el miedo a la libertad, a expresarnos, a saber que podemos hacer y conseguir hacer diversas cosas si nos lo proponemos. Decidirnos a ello es profundamente político. No porque se quiera meter la política en todo. Es para caer en la cuenta que cuando decimos que todos debemos asumir las riendas de nuestro propio destino, estamos aludiendo a la capacidad de tomar nuestras propias decisiones (y no que las tome otro por nosotros, como si fuéramos menores de edad o personas sin razón). La política puede ser muy bella si son bellas las decisiones que tomamos, especialmente las más trascendentes.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 23 de agosto de 2016

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