Sentir esperanza

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Es interesante que un evento como la COP 20 se haya realizado en tiempos de adviento. No porque se afirme con ello el sentido de cristiandad presente en el mundo, lo cual está bastante lejos, sino porque nos da elementos para sentir, pensar y prepararnos a lo que será ese acontecimiento poco atendido que es el nacimiento de Jesús. Nacido entre pobres, con vida de pobre y muerto como bandolero repudiable.

Sin embargo, hablamos de la misma persona. Sí aquella que marco nuestra historia como pocas, al punto de dividir hasta la forma de situarnos en ella (antes de Cristo, después de Cristo). Reflexionar sobre la Tierra, el medio ambiente, el cambio climático, los diversos modos que afectan los cambios naturales (y no tan naturales) de los últimos 30 a 50 años. El tomar conciencia que recursos tan obvios como el agua, el aire saludable, la alimentación sana y otros, ya no están seguros en general.

Bueno, nunca estuvieron seguros para todos los seres humanos, de allí que siempre hemos tenido pobres “entre nosotros”, gente que puede literalmente morirse de hambre y no nos hace perder el sueño. Pero reuniones como la COP 20 nos trae un sentido bueno de esperanza, así como las diversas reuniones paralelas o complementarias que se han dado lugar, para reflexionar desde diversos ángulos sobre el cómo vivimos, cómo convivimos, cómo nos tenemos en cuenta entre humanos y, en tanto ello, cómo tomamos en cuenta la naturaleza y su cuidado fundamental. Cuestión que nos compete a todos, sin excepción ni posibilidad de huida.

Allí cabe lo que muchas veces nos decimos para tantas cosas y poco discernimos con consecuencias prácticas. Para que dichas preocupaciones las hagamos en conciencia y profundidad, de tal modo que “…lo que salga no sea otra cosa sino lo que el Señor quiere”, o quisiera de todos nosotros. Con aquella pregunta siempre de fondo, prestos y atentos, “a qué nos llama el Señor”. Tanto en el cuidado de nosotros como especie y en el cuidado de la naturaleza. Muy a propósito del próximo nacimiento de Jesús, creyendo que efectivamente en él nació el mismo Dios “hecho hombre” (¿nos lo creemos realmente? ¿Sacamos sus consecuencias vitales?).

Leía recientemente un texto de la ya pasada Congregación General 32 de los Jesuitas (realizada en el año 1974), muy emblemática porque allí se consolida y da mejor forma a su compromiso en la promoción de la justicia, el crecimiento de la fe y la marcha hacia el encuentro personal con Cristo. Entendiendo que todo ello constituye dimensiones constantes de su apostolado. Al cual todos estamos llamados, sin excepción, como forma de dar testimonio de nuestro seguimiento.

Claro, pensaba, entonces no se levantaban algunos temas con cierta fuerza como el mismo de ecología y medio ambiente o género; la globalización no era tan explícita como hoy la vivimos (no había internet). Sin embargo (y por ello mismo) resulta interesante revisar el camino vivido (desde allí como desde otras aproximaciones). Tanto lo que ha significado el compromiso por la justicia, “como nuestra aptitud para comunicar la verdad, que da sentido a este compromiso, y ayudar a los hombres, según el Evangelio, a encontrar a Cristo en el corazón de su vida” (CG32: 51-52).

Tenemos muchas cosas por las que sentir esperanza renovada en Jesús. La navidad que se viene tiene que ayudarnos a redoblar ese sentido y tantos más. En ese deseo de crecer en el amor y en hacer el bien por sobre todas las cosas. El cuidado de la naturaleza es parte de ello. Un abrazo a cada uno.

Guillermo Valera Moreno
Magdalena del Mar, 11 de diciembre de 2014

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