La política como pedagogía

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Al hablar de renovación política podemos hacernos preguntas diversas: ¿algo que involucra grupos humanos tiene que ver sólo con la persona o tiene que ver principalmente con las estructuras sociales dentro de las cuales viven y se mueven dichas personas? ¿Se trata sólo de crear una mejor (y mayor) conciencia social, un “cambio de corazones” en cada individuo, o hay que transformar las estructuras de injusticia, reformar el Estado, cambiar la Constitución, entre otros aspectos, para lograr encaminar buenas o mejores prácticas de la política, con sentido inclusivo, responsable y para todos?

Podríamos así seguir señalando otros aspectos muy válidos y que generan contraste interesante. El asunto sería ver cuánto nos ayuda a encaminar propósitos de renovación creativa sobre cuestiones como la política que de por sí nos dicen poco, lo vemos muchas veces como pantano de corrupción o como olla de grillos de intereses diversos que pugnan por sacar el mejor provecho.

No por gusto se han hecho célebres frases como “Con Dios y con la plata” al juramentar muchas autoridades, traicionándoles el subconsciente por el nerviosismo del momento o porque ha sido una manera de evidenciar lo que es lamentablemente parte del sentido común, casi emulando que se puede dar a Dios lo que es del César o al César lo que es de Dios. “La plata llega sola” ha sido otra joya de nuestra expresión mundial, que de no estar rodeada de la melindrosa corrupción con la que ha gobernado su autor y convive nuestro Estado de manera escandalosa desde sus orígenes republicanos (y de más atrás), hubiera habido más de un aventurero que le hubiera salido en defensa y hallado sus “aspectos positivos”; claro, si se hace una buena labor, la plata debiera poder llegar sola, con la pequeña gran diferencia que no va para los bolsillos particulares de quien tiene a cargo la gestión o la autoridad, ya sea ésta chica o grande.

¿Estamos condenados a aceptar cualquiera autoridad? Más vale “viejo conocido” y así haya robado o cometido actos delictivos, es llamativo que una persona puede terminar dando confianza o convenciendo a un electorado, frente a oportunistas, jóvenes sin experiencia o aparentes desconocidos. Ese, como otros, es el caso de la sorprendente elección en el distrito de Magdalena del Mar, en Lima, con la además reelección del Sr. Francis Allison, con más del 50% de los votos. Dado ese resultado, no me hubiera sorprendido que Alex Kouri hubiese sido elegido en Lima de no proceder la tacha que lo dejó fuera de juego, por incumplimiento de uno de los requisitos elementales (tener residencia continua en el lugar que se postula, en los dos últimos años)

De otro lado, podría ser el caso de la candidatura de Keyko Fujimori para la presidencia. Ha estado entre la primera y la tercera opción de voto en los últimos meses. Es cierto que ella no es directamente responsable de los delitos que se le imputa a su padre (el ex presidente Alberto Fujimori) ni se le puede hacer pasible de la mafia fujimontesinista. Pero se presenta sobretodo en tanto es hija de su padre (por ello tiene la posibilidad de lanzarse) y esta rodeada de una parte importante de la corte que estuvo gobernando con su padre. Una de sus preclaras acompañantes es la señora Marta Chávez que sigue pregonando la inocencia de Fujimori padre, como si el sistema judicial, los juicios realizados y la evidencia material e histórica se hubiera trucado para hacerlo responsable de lo que no hizo, pero hizo, de lo que no se enteró pero dio las ordenes para que se ejecutaran, de lo que no propició pero derruyó la institucionalidad para que campeara la impunidad, donde se disque combatió el narcotráfico pero hasta en el avión presidencial se descubrió tráfico de droga.

A lo que voy es que renovar la política es explícitamente remar contra la corriente, salirse del sentido común, plantearse tareas que no gustan al común de los ciudadanos, saber que muchas cosas que las vemos como negativas tienen una aceptación social muy extendida y que es parte de nuestra propia cultura política. Por tanto, estamos frente a propósitos de largo aliento y que no se resuelven en una campaña cívica; tampoco en firmas de acuerdos anticorrupción o de pactos éticos. Todo ello es muy necesario pero requiere posibilidades pedagógicas de mayor trascendencia.

Empezando por la escuela y los diversos niveles de educación. Desde muy pequeña una persona, un niño, un churre, una guagua, etc., debe comprender la importancia de los valores y debe poder vivirlos en la cotidianidad de su hogar, del ámbito escolar en el que se empieza a mover, en el vecindario que le rodea más inmediatamente. Pero también desde los medios de comunicación que forman parte de su vida y que influyen muchas veces tan igual o más que el propio entorno más cercano.

Trabajar en una cultura política distinta y sobre cómo hacerlo debiera podría ser parte interesante sobre cómo abordar un proceso electoral que muchas veces sólo se desliza por la banalidad, el insulto y la mediocridad. Cómo pensar una gestión participativa con la población y una mejor construcción de ciudadanía debe animarnos a apostar juntos por un país que lo podemos construir todos los peruanos y no dejarlo sólo en manos de las eventuales autoridades que puedan salir elegidas. Sigamos en ésta reflexión y hagamos pedagogía política desde donde cada uno pueda aportar.

Guillermo Valera Moreno
4 de febrero de 2011

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