Huancayo tiene talento y lo tiene más aún en la música. No por nada somos la ciudad más feliz del Perú. Hoy les reservamos para ustedes la historia de Edwin Camargo un soldado que llegó a ser compositor de música wanka para el mundo.
Según la publicación de Jorge Yamamoto Suda por la Pontificia Universidad Católica del Perú, Huancayo ostenta, el título de la ciudad más feliz del país. Y una de ésas expresiones de felicidad la tenemos en la música.
Edwin Gregorio Camargo Mayhuasca, nació en el barrio Ocopilla; y estudió la primaria en la escuela experimental Domingo Faustino Sarmiento. Años más tarde, llegó a las aulas del emblemático Colegio Santa Isabel para estudiar la secundaria.
En aquel colegio, acechó al profesor de la banda suplicándole por pertenecer a ella. Esta persecución tuvo sus frutos. En poco tiempo, el profesor cedió y lo conminó a aprender con una corneta añeja en su segundo año de media.
Pero, el inicio de su interés no nació en el colegio, nació a los once años. Durante las celebraciones a San Francisco de Asís – el patrón de su localidad – un músico de nombre Andrés Córdova Mayta; dio cuenta de él, justo cuando éste lo observaba con deleite y decidió enseñarle el saxo alto.
Poco meses después y, como relatamos, el obstinado niño consiguió ingresar a la banda de su colegio y ser promovido a tocar la trompeta. Para lograr que entendieran, el profesor solía poner junto a los “palitos y bolitas” de la partitura, los números de las llaves para poder presionarlas en la nota que se indicaba; recuerda Edwin.
“Enseñemos a nuestros hijos la riqueza de nuestro folklore”
– Edwin Camargo Mayhuasca
Para el cuarto año de media, ya conocía a la trompeta y ella a él. Fue entonces que fue llamado a la Banda Show Túpac Amaru, una banda caza talentos nacida de célebres bandas como lo fueron la banda del Colegio Túpac Amaru, del Colegio Santa Isabel y del Centro Musical Huancayo.
Teófilo Uceda Córdova y Eucarpio Oliva Gonzáles, fueron los maestros que recibieron al mozuelo y lo formaron durante siete años. Tiempo que le sirvió para empezar a componer y estudiar ingeniería de minas en la Universidad del Centro al mismo tiempo. La Banda Show Túpac Amaru, representa para Edwin Camargo una extensión de su familia, que supo brindarle apoyo cuando más lo necesitaba para terminar su “carrera”.
Justo cuando halló la armonía entre estudiar y trabajar, en el séptimo ciclo, su profesor le exigió que debería dejar el trabajo por el bien de su profesión. Edwin sólo atinó a pedir apoyo a sus demás familiares quienes no pudieron ofrecerle nada y fue entonces que decidió dejar los estudios por su vocación.
Regreso pues a la banda con el fin de ahorrar y valerse por sí mismo. No obstante, una convocatoria publicada en el diario El Comercio le abrió el horizonte y partió hacia Lima en 1981 por un salario estable, enrolándose en la banda del ejército nacional.
De 1982 a 1987, sirvió en el ejército. Durante esta época dejó la trompeta y pudo familiarizarse mucho más con el saxofón de forma autodidacta. No obstante, contrario a sus expectativas de capacitación y superación, fueron tiempos en que debía muchas veces colgar el saxo y coger el rifle. De Huancayo a Lima, de Lima a Huancayo y de Huancayo a Ayacucho, el riesgo y la confrontación armada, se convirtieron poco a poco en la canción más tocada de su vida.
Su juventud la entregó al ejército peruano; y, ya para los 26 años, con una familia por mantener decide pedir su baja y regresar a casa. En Huancayo una vez más, para 1988 don Julio Rosales y Emiliano Román lo invitan a reincorporarse al ámbito musical, pero esta vez en los Ases de Huayucachi donde trabajó por 23 años consecutivos.
Así; maduró e inició su promisoria y, actualmente, admirable carrera musical. No sin es fuerzo, ya que hasta la actualidad se prepara académicamente como lo hizo incluso en el Colegio de Música de Berklee, entre otros conservatorios.
Edwin Camargo Mayhuasca dejó el campo de batalla para retozarse entre huaynos, mulisas, chonguinadas y santiagos que él mismo componía. Entre las decenas de títulos de su autoría destacan: El Patito Negro, Sentimiento herido, Todo en Vida y otras muchas que han sido cantadas por intérpretes consagrados como Max Castro, Ayde Raymundo, Anita Santivañez; etc.
Ser declarado Patrimonio Cultural Vivo es uno de los reconocimientos más importantes de éste artista que ya emprendió la edificación de su legado formando nuevos talentos y nuevas agrupaciones musicales con su sello como director.
Don Edwin aconseja, conservar el espíritu de la música tradicional andina; que no es menos que la celebración a la vida, a la naturaleza y el amor; y no la vanalidad del licor, la sorna y la sexualidad degenerada. “Estas ideas están lejos de ser verdadera música vernacular”, nos dice.
Por este lado del país una pléyade de artistas como Julio Rosales, Zenobio Daga, Juan López Ávila, Panchito Leight – por mencionar sólo algunos – junto a nuestro protagonista hacen del Valle del Mantaro un valle definitivamente feliz.
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