Mi querido profesor Pease,

Por: Marita Cangalaya

Se extraña su presencia, su voz, sus correos. Tenerlo como jefe fue un honor, un privilegio que la vida me dio. Usted logró en mí una capacidad de trabajar que no hubiese conocido de no tenerlo como tal. Entenderlo fue un aprendizaje que llevaré conmigo siempre. Transmitía una protección y seguridad impresionantes; sabía que si iba a pedir su ayuda, usted movería lo que estaba en sus manos para solucionarlo; por eso pedirla era mucha responsabilidad. Me hizo sentir especial, por eso me esforcé en darle soluciones, más que problemas.

Tenía una forma peculiar de mover los dedos de sus manos en momentos tensos; una firmeza para corregir; una calidez para perdonar y un cariño para acogernos cuando teníamos preocupaciones. Un caballero absolutamente honesto, coherente, íntegro; como todos, tenía defectos, pero hasta esos eran únicos.

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Fue grato escucharlo hablar de su fe, de su amor a Dios. Por eso el evangelio de la misa de ayer tiene un significado profundo de lo que ha sido su vida en mí: “En verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará (Juan 12:24-26)”.

Mi profundo agradecimiento por todas las enseñanzas que tuve la oportunidad de aprender como político, académico y como persona. No existen palabras para expresar lo mucho que lo quería; usted lo sabía. Ahora está con su esposa; me lo imagino paseando junto a ella en el paraíso, un lugar donde también me imagino a mi madre y donde espero ustedes se conozcan porque compartían su amor a Dios.

Ojalá tenga la oportunidad de volver a verlo y darle un abrazo fuerte, ese saludo cálido que teníamos en su casa o en la oficina. Lo extrañaré horrores; pero también es cierto que usted estará presente de otra manera, más en sus enseñanzas o en las cosas que conversamos cuando me brindo los comentarios a mi tesis. Siempre fuerte y adelante, esa era su forma de vivir y un ejemplo a seguir. Descanse en paz mi querido jefe, amigo y maestro

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