La República – 08/03/2007
El constitucionalista abandona su tregua mediática para homenajear, en su día, a las mujeres de su vida: su esposa y sus dos hijas. asegura que todo será mejor cuando ellas estén al mando del país.
El constitucionalista abandona su tregua mediática para homenajear, en su día, a las mujeres de su vida: su esposa y sus dos hijas. asegura que todo será mejor cuando ellas estén al mando del país.
Por Juan Álvarez Morales.
Foto: Roberto Cáceres.
–Señor Pease, ¿usted vivió rodeado de mujeres?
–Hasta que mi esposa murió en 1988. Luego con mis dos hijas hasta que se casaron.
–¿Y fue un matriarcado?
–No podría decir eso porque no soy de muy buen genio que digamos, y porque las tres tenían su genio. No nos hemos estorbado.
–¿Un hombre debe entender a la mujer o aprender a convivir?
–Los dos deben entenderse y conocerse. No existen superioridades. Sucede que la sociedad tiene una serie de mecanismos que han postergado a la mujer.
–Y muchos han aprovechado de esas circunstancias.
–Sí, y aunque la mujer tiene capacidades y virtudes similares, al mismo tiempo tiene una particular destreza: es práctica. Cuando haya mujeres al mando del país, no solo habrá novedad y frescura, también capacidad de aterrizaje sin igual.
–Supuestamente el gobierno promueve la equidad de género.
–Como todo lo que se hace forzado, es apenas un intento de compensar lo que se construye culturalmente. Lamentablemente, los cambios culturales son lentos.
–Y en la mujer también…
–Por supuesto. Conozco personas que han visto con crítica y preocupación que una mujer asumiera ciertos roles. Eso, definitivamente, termina creando inseguridad en muchas de ellas.
–De los prejuicios sobre la mujer, ¿cuál es el más perjudicial?
–El ‘dedíquese a su casa’. Y ni siquiera estoy hablando de niños, porque ellos necesitan al padre y la madre. En esa sentencia hay más un rechazo a la competencia.
–¿Usted llegó en algún momento a actuar en esa línea?
–No sé. Eso pudo haberlo contestado mi esposa, pero ella tenía una característica: cualquier crisis se resolvía simplemente por su capacidad enorme de encantarlo a uno, dar vuelta a la situación y terminar tomándote el pelo.
–A veces los hombres ostentan que, en el hogar, ellos tienen la última palabra…
–Y no creo que como broma. He conocido familias donde ese era un lema, pues la esposa no hablaba en voz alta ante del marido. Eso es absolutamente rechazable.
–Y hoy, en broma, dicen que la última palabra es “sí, mi amor…”
–Yo creo en la división del trabajo. Hay cosas que solo cada uno sabía hacer. Yo pinté cuatro veces la casa, pero no hubiera sido capaz de cocinar, aunque sí ponía la mesa.
–Imagino que solían llamarlo ‘chancletero’…
–Yo mismo lo he dicho, pero no en sentido de desprecio. Más aún, el ‘chancletero’ sale premiado, porque lo engríen más. El varón es más seco, y mis hijas han sido no solo la alegría de mi casa, sino la iniciativa. En ese punto, yo sostengo algo muy claro: mi esposa era la lideresa de la casa. Los dos estábamos metidos en nuestras propias cosas, pero a pesar de eso era ella quien tenía la idea de grupo que hacemos juntos.
–”Mi niña bonita” era un bolero famoso del padre que no esperaba una niña. ¿Le sucedió a usted?
–Sinceramente, no. Nunca me hice bolas por eso. Además, como ya sabía lo que era tener una niña, me entusiasmó la llegada del primero. Curiosamente ella tiene muchos rasgos de mi personalidad.
–¿Cómo conseguir que la mujer alcance mayor realización?
–Creando condiciones específicas de igualdad. Y eso comenzaría con la educación mixta en los colegios nacionales.
–En elecciones, siempre se dice que el Perú no está preparado para una presidenta…
–No hay rol que una mujer no pueda cumplir. Y no lo digo por ideología, sino por convencimiento de la vida. Soy de los que tienen como máxima nunca llevar la lucha de clases a la cocina.