¿Cómo eliminar el voto preferencial? (A propósito del proyecto del código electoral)

El Comercio

Hay opinión casi unánime contra el voto preferencial, pero pocos comprenden que los malos congresistas son fruto de la designación a dedo, no solo de la ventaja que el voto preferencial da a quienes tienen mucho dinero o gozan de un apoyo mediático especial.

Lo que es preciso comprender es que la corrupción se combate solo con más democracia y participación ciudadana, no restringiendo derechos ni fortaleciendo a los caudillos.

A tres meses de iniciado el nuevo Congreso hay alrededor de 15 congresistas en problemas judiciales graves. No es corrupción del Parlamento, se trata de actos presumiblemente delictivos cometidos en su vida privada o pública anterior a la elección.

Si en vez de ubicarse en las listas por decisión del líder o del dueño de la franquicia –así tratan algunos a sus partidos–, hubieran competido en elecciones primarias abiertas, en esa competencia previa hubieran aparecido los trapos sucios que ahora afectan al Parlamento.

¿Es que los ciudadanos prefieren como congresista a la candidata que roba luz o roba cables? Es más bien que candidatos con esas malas costumbres tienen más dinero para sus campañas que otros de su lista y se hacen más fácilmente conocidos.

¿Es que los ciudadanos quieren como congresista al candidato que daña el medio ambiente con minería informal? No, es que ambos tienen más dinero que los otros de su lista para hacer campaña y salen por el voto preferencial que es un mal sistema en nuestra realidad actual.

Propuse que la ONPE organice elecciones primarias abiertas para todos los partidos políticos en un solo día, unos tres meses antes de la fecha de las elecciones parlamentarias.

Con este método los ciudadanos mantenemos el derecho que hace más de 30 años tenemos de nominar nuestros candidatos y que la propuesta del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) elimina.

Mi propuesta también desaparece el voto preferencial que debilita los partidos y afecta a los candidatos que no tienen mucho dinero pero, además, democratiza el orden de las listas pues este termina establecido por la votación primaria y no por el caudillo o los dirigentes máximos.

Adicionalmente, esta competencia hará que salgan a la luz, mucho antes de que sean congresistas, los problemas judiciales o de malas prácticas ciudadanas que puedan tener algunos candidatos y el proceso democrático depurará las listas. La competencia es más eficaz en política y en el mercado que todos los requisitos formales que en nuestro país siempre se burlan, pues, “hecha la ley, hecha la trampa”.

Si –además– se incrementa la franja electoral en esa etapa previa y se restringe la posibilidad de gastos de publicidad privada, el resultado será una democratización del sistema político. Los partidos serán los beneficiados, fortaleciéndose como asociaciones de ciudadanos para participar en la vida política de la nación.

Poco a poco desaparecerán los partidos que tienen ‘dueño’ y serán instituciones democráticas que, como tales, se renuevan constantemente.

Debería abrirse un amplio debate y este debiera ser la primera gran reforma política ojalá hecha junto con una reforma puntual de la Constitución, que permita restablecer el Senado, dividir en varios distritos electorales Lima Metropolitana para acercar el Parlamento a sus electores y establecer el distrito especial de peruanos en el exterior.

Para eso solo hay que eliminar el número de congresistas puesto en la Carta Magna. No se requiere sino una reforma puntual de la Constitución, cosa que no tiene por qué causar inestabilidad alguna. Lo demás es materia legislativa.

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