VIVIR LA VIDA

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer… CESAR VALLEJO

Hace algún tiempo atrás escribí un artículo sobre el sentido de la vida, en este  intentaba reseñar lo que algunos pensadores filosofan sobre la finalidad de la vida, su sentido teleológico, responder a la pregunta de para qué estamos acá, cual es la meta a la que debemos arribar, lo doloroso que es el tránsito para alcanzar el momento cumbre de nuestra existencia, es decir, para qué diablos hemos sido creados, para qué vivimos, cual es el SENTIDO DE LA VIDA, de nuestra vida y  en qué momento se descubre ello. Pero, esta búsqueda estaba contaminada por los lentes judeo-cristianos y la filosofía occidental  que me incorporaron en la  facultad de  Filosofía de la universidad nacional de Arequipa, debido a que nuestra razón instrumental siempre quiere encontrar para que sirven las cosas, incluida la vida, pero gracias a las ideas del filósofo chino Lin Yutang, que mi amigo Rodolfo me recomendó, puedo entender que no debo malgastar mi existencia en buscar el sentido de la vida, sino descubrir, algo verdaderamente importante,  LA IMPORTANCIA DE VIVIR.

Si nos damos cuenta, por un lado, el pensamiento occidental, se centra en el futuro, en lo nuevo, en lo que está por-venir, esa es la idea fuerza de la modernidad; somos un tránsito para alcanzar algo, algo bueno: el santo del cielo cristiano, el súper-hombre nietzscheano, el hombre comunista del marxismo, el consumidor o vendedor perfecto en el mundo del mercado liberal; pero nadie se preocupa en el HOY, en este momento, en este instante que estoy vivo, que estoy viviendo.  Cambiemos de dirección la mirada y veamos el mundo desde la perspectiva china, desde la filosofía china, que, aunque tenga muy pocos filósofos – como afirma Lin Yutang – lo importante es  que el pueblo chino vive filosóficamente, por eso le ha permitido vivir eficientemente  a través de su larga historia, no nos olvidemos que esta cultura oriental tiene más de cuatro mil años de continuidad histórica (El 10 de febrero de 2013 se ha celebrado el año nuevo chino de 4711). Para ello compartire con ustedes los pensamiento de Lin Yutang, La Importancia de Vivir, escrito en 1937 (Edición 2002 RBA Coleccionables. Traducción Román A. Jiménez y la edición en inglés, The importance Living, a Jhon Day book).

Lin Yutang  critica al mundo occidental moderno por su seriedad “El hombre moderno toma la vida demasiado en serio, y porque es demasiado serio, el mundo está lleno de preocupaciones” – sostiene –, por ello debemos adoptar una filosofía “sagaz y alegre”, por ello propugna como ideal la  filosofía del pícaro, del vagabundo (Jiménez utiliza la palabra bribón, como sinónimo de scamp, pero bribón es  una palabra muy fuerte para la idea que quiere transmitir el filosofo chino, pues, generalmente se aplica a la persona que es despreciable porque actúa con maldad y bajeza, normalmente por robar o estafar; aunque la real academia lo define como aquel dedicado a la briba, es decir, a la holgazanería picaresca). El pícaro, en sustantivo,  es aquella persona astuta, ingeniosa, pero para no extraviarnos en lo que en la traducción ha podido perderse o confundirse, veamos las cualidades del hombre, desde la perspectiva china,  aquello que lo distingue de los animales: “Primero, que tiene una juguetona curiosidad y un genio natural para explorar el conocimiento; segundo, que tiene sueños y un elevado idealismo (a menudo vago, o confuso, o erróneo, es cierto, pero valedero de todos modos); tercero, y aun más importante, que puede corregir sus sueños por un sentido del humor, y restringir así su idealismo por medio de un realismo más robusto y más sano; y finalmente, que no reacciona mecánica y uniformemente ante lo que le rodea, como hacen los animales, sino que posee la capacidad y la libertad para determinar sus propias acciones y cambiar a voluntad lo que le rodea”, es decir, por estas  cualidades fundamentales el hombre es, según Lin Yutang,  “una criatura curiosa, soñadora, jocosa y díscola”.

Este personaje es díscolo porque es desobediente, no desea comportase con docilidad, por el contrario le atrae la rebeldía, es indócil; por ello el pícaro, el vagabundo (el bribón en la traducción española) es el ideal frente al soldado que es obediente, disciplinado, regimentado, el tipo más bajo según esta concepción. El vagabundo (en términos de hoy,  el “patita” sin empleo, “sin chamba”, el indignado que se para frente  a  Wall Street o en las plazas de sus países a reclamar al rico y al poderoso, frente al soldado que mata sin importar si mueren niños, mujeres o ancianos) es el último reducto de la dignidad humana y de la libertad individual, frente a las dictaduras del siglo anterior y, ahora, frente a la tiranía del dinero y su cómplice el gobierno estatal. Pero no es el héroe moderno o el antihéroe postmoderno, ojo, estamos hablando del ideal chino y si bien el vagabundo es un tipo brillante es todavía “un adolescente muy indócil y desmañado, que se cree más sabio y más grande de lo que es en realidad, que todavía está lleno de travesuras y pillerías, y de amor por una buena refriega”.

Para Lin Yutang la “única función de la filosofía es la de enseñarnos a tomar la vida con más ligereza y alegría”, por ello no cae en el pesimismo occidental cuando habla sobre la muerte, no le huye, ni la sanciona, ni le reclama nada. Como nos revela el filosofo chino, el Dios cristiano no expulsó a Adán y Eva por comer del árbol del bien y del mal, sino para que no volvieran a comer, esta vez, del árbol de la vida eterna. Pero no es una realidad que nos debemos morir?, se pregunta nuestro autor, y la respuesta no tiene el sentido del “buen morir” cristiano, sino del vivir bien, humanamente bien. Por ello afirma: “El lapso de vida que se nos concede, setenta años, es muy breve, si el espíritu se encocora y quiere vivir para siempre; pero, por otra parte, es suficientemente largo si el espíritu es un poco humilde. Se puede aprender mucho y gozar mucho en setenta años, y tres generaciones es un tiempo largo, largo para ver las locuras humanas y adquirir humana sabiduría. Todo el que sea sagaz y haya vivido bastante para presenciar los cambios de costumbres, moral y política, a través del alza y baja de tres generaciones, debería quedar perfectamente satisfecho con levantarse de su asiento y marcharse diciendo, cuando baja el telón: “Fue una buena función”.

Nuestro pensador oriental nos habla del cuerpo, del estomago, de los músculos fuertes, algo que siempre detesta la inmaculada “razón” occidental. Nos recuerda nuestro pasado simiesco, para que podamos recuperar la capacidad de “reírnos de nuestros pecados y limitaciones”, así como admirar nuestra habilidad de monos, a la que llamamos “sentido de la comedia humana”. Pero también anota que la actividad humana de acariciarse tiene su origen en la búsqueda de piojos que se hacen los monos. Nos recuerda que desde la animalidad los instintos nos permitían guiarnos sin ser sometidos a la valoración de nuestros actos, el animal que mata a otro para comer no se cuestiona su decisión, o el animal que se aparea en el parque sabe que está cumpliendo con su naturaleza reproductiva, pero en el caso del hombre no es así, porque ahora no se nos exige que nos adaptemos a la naturaleza, sino a nosotros mismos, eso que llamamos civilización.

Hay algo que siempre nos acompaña, pero que siempre despreciamos: nuestro estomago, ese “pozo sin fondo”, y que pese a su olvido “ha prestado color a toda nuestra civilización”. LIn Yutang festeja el hecho real y concreto que podamos comer y además sin complicaciones morales: “la comida, pues, es una de las pocas alegrías sólidas de la vida humana. Es un hecho feliz que este instinto del hambre está menos rodeado de tabús y código sociales que el otro instinto, el sexual, y que, en términos generales, no se plantea ninguna cuestión moral en relación a la comida”. Que refrescante y cómplice afirmación en un país como el nuestro que tiene una famosa feria gastronómica, pero también que cruel constatar que todos estamos obsesionados con el sobrepeso, con la privación de la comida. Lin Yutang en ese mismo sentido, a contrapelo de lo que defienden la corteza cerebral, sostiene que la función del cerebro, como de la médula espinal,  es la de presentir el peligro,  preservar la vida y afrontar el medio externo y no la de pensar, por ello, reproduce la frase de Lord Balfour, cuando sostiene que  “el cerebro humano es un órgano para buscar comida, tal como lo es el hocico de un cerdo”; y aunque suene duro, no debemos escandalizarnos, pues existe otro ideal de felicidad, el ideal chino que consiste en  estar  “tibio, bien lleno, a oscuras y dulce”, por ello el poeta chino sostiene que “un estomago bien lleno es en verdad una gran cosa: todo lo demás es un lujo”.

Lin Yutang cree que la mente humana es encantadora  por su “irrazonabilidad, sus prejuicios inveterados y su vacilación e impredictibilidad”. El sostiene que ninguna general va a la batalla si está absolutamente seguro de ganar y por el contrario saber el resultado le quita el encanto de la batalla, pues la “falibilidad humana es la esencia misma del color de la vida”. Desconfía de la razón, pues esta de imponerse nos llevaría a convertirnos en autómatas y la mente humana se convertiría en una calculadora, o como él dice, en un medidor de gas, lo que sería inhumano y “cualquier cosa inhumana es mala”.  Para los puristas, para los detractores, aquellos que creen que nuestro intelecto es nuestra mejor carta de presentación como humanos,  nuestro filosofo nos regala una hermosa idea: “lo único que ocurre es que estoy enamorado de la vida, y por estarlo desconfío enormemente del intelecto”, por algo estas ideas se forjaron  cuando las huestes hitlerianas buscaban la eficiencia en el exterminio humano, pero a diferencia de los existencialistas, que optaron por el pesimismo, Lin Yutang,  apostó por la libertad y la vida, por los sueños, por el humor, “solo el que maneja ligeramente sus ideas es dueño de sus ideas y solo el que es dueño de sus ideas no se ve esclavizado por ellas”; por ello afirma, y comporto esta postura, que “la educación de nuestros sentidos y nuestras emociones (es) más importante que la educación de nuestras ideas”, concejo que deberíamos tener presente, porque, a menudo, nos olvidamos de la gran noticia de estar vivos.

Puerto Maldonado,  septiembre 2013

Puntuación: 5 / Votos: 1

29409509

Magister en Ciencia Política y Gobierno (PUCP), Filosofo (UNSA), Abogado (UCSM), Apprentice philosopher because I love life in all its manifestations, political analyst I because defend freedom, lawyer because I hate injustice...

2 pensamientos en “VIVIR LA VIDA

  • 25 abril, 2017 al 7:38 am
    Permalink

    Que difícil encontrar un sentido a la vida, además…. uno siempre está cambiando, evolucionando, por lo que el sentido de la vida… va cambiando también…

    Responder

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *