Corría el 13 de agosto de 1997 y el oceanógrafo Charles Moore navegaba por el Pacífico. Su velero volvía a California desde Hawái, luego de una regata. Él y sus cinco tripulantes habían tomado una ruta poco
transitada y ese giro inesperado en su bitácora también cambió sus vidas y el sentido que tenía hasta ese momento el océano para ellos. De un momento a otro, comenzaron a ver una hilera de bolsas de plástico, redes, conos asiáticos de señalización de tráfico, jarras, zapatos, cepillos de dientes, muñecas descabezadas y bombillos.
En ese instante, Moore, como un Cristóbal Colón moderno, con el azar y una dosis de instinto como la que tuvo el navegante genovés hace más de 500 años al descubrir América, también había hallado otra ‘región’ mar adentro: el ‘continente basura’.
15 años después
Quince años después de ese avistamiento, esa porción de desechos flotantes no es un espejismo. Está creciendo impulsada, según Greenpeace, por las 6 millones de toneladas de residuos que caen al mar cada año.
El Instituto Scripps de Oceanografía, en EE. UU., indicó que esa ‘sopa de plástico’ en alta mar se ha multiplicado por 100 entre 1999 y el 2010.
Los desperdicios concentrados en esa parte del Pacífico se agrupan en un remolino provocado por corrientes que impide que se dispersen hacia las costas: “Una mancha repugnante de 3,4 millones de kilómetros cuadrados”, dice el Centro de Estudios Espaciales de EE. UU. Lo desconcertante es que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica dice que el 80 por ciento de esos restos los producen fuentes terrestres y el 20 por ciento restante, los barcos.
Juan Manuel Díaz, director científico de la fundación Marviva, que trabaja por la sostenibilidad marina en Costa Rica, Colombia y Panamá, explica que la basura puede llegar allí de Canadá, Asia o América Latina,
situación que está dañando la fauna. Miles de ballenas y tortugas quedan atrapadas en redes. Sin contar la intoxicación con químicos de animales que luego son consumidos por el hombre. La revista Marine Ecology Progress dice que los peces en el Pacífico ingieren hasta 24.000 toneladas de plástico al año. Además, los desechos son aprovechados por una invasiva araña acuática (Halobates sericeus) como incubadora, especie que ahora abunda y puede llegar a cambiar el ecosistema.
En otros lugares
Esta crisis sanitaria no es exclusiva del Pacífico. Díaz Merlano dice que sucede algo similar en el mar de los Sargazos, al norte de las costas de Haití, donde existe otra ‘isla de basura’, un nuevo giro oceánico similar al del Pacífico y que también se ve en otras zonas del Atlántico. Los residuos son difíciles de detectar si no es con expediciones, pues al estar ubicados a pocos metros por debajo de la superficie y desintegrados al punto de que parecen plancton, no son localizables vía satélite. Precisamente, un grupo de franceses acaba de zarpar para ver de cerca, y nuevamente, la ‘isla basura’ del Pacífico, liderados por el explorador Patrick Dexione.
La idea es crear conciencia, porque al estar en aguas internacionales parece un problema sin doliente. Dexione asegura que como ya no se puede limpiar el mar, la solución es enseñarle al mundo a no arrojar desperdicios, ni siquiera a los ríos. Porque el fenómeno está creciendo tanto que los científicos calculan que en 20 años el ‘séptimo continente’, como también se le llama a esta mancha, será tan grande como Europa.
Se calcula que puede tener el doble del tamaño del estado norteamericano de Texas, una extensión de casi 1,4 millones de kilómetros cuadrados. Y sigue creciendo. Los desperdicios humanos se agrupan en un remolino gigante provocado por la fuerza de los vientos y las corrientes que actúan en la zona. Al parecer, el vertedero flotante no es el único que existe disperso en los océanos del planeta. Los investigadores creen que hay cuatro más de dimensiones que asustan.
(Basado en El Tiempo.com)