Diez comportamientos para ser un mal profesor

 

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Se celebra en el Perú el Día del Maestro. La fecha fue establecida  el 04 de Mayo de 1953, por el gobierno del general  Manuel A. Odria, en recuerdo de la fundación por José de San Martín de la primera Escuela Normal de Varones el 6 de julio de 1822.

La fecha es oportuna para difundir este artículo del blog Actualidad Pedagógica, Alternativas que es una valiosa reflexión para cambiar el modelo tradicional del aprendizaje.

Se trata de 10 actitudes del maestro que pueden limitar la participación del alumno y, de esta manera, el docente puede  convertirse en un mal profesor. Si, por el contrario, se aspira a  ser un maestro que todavía cree en la mejora de la calidad de la enseñanza y que trabaja para ofrecer a los niños lo mejor de sí mismo, hay que  hacer lo contrario de lo que aparece en esta guía.

 

    Utilizar preguntas cerradas o de respuesta determinada: cuidado con plantear preguntas abiertas ya que pueden generar respuestas inesperadas. Lo más cómodo para el docente es hacer preguntas que sólo tengan como respuesta sí o no, y que no permitan inferir o interpretar los contenidos de una manera diferente a la que piensa el profesor. De esta forma se evitará estimular el pensamiento crítico.

    Redirigir o contestar las preguntas lo antes posible: el tiempo de espera o pausa que utiliza el profesor al hacer una pregunta es crucial para recibir respuestas de los alumnos. Si no respondemos las preguntas o las redirigimos antes de que contesten los alumnos, corremos el riesgo de que los alumnos piensen por sí mismos y les acostumbremos a hacernos perder el tiempo con sus reflexiones.

    Crear un ambiente inhibidor: cuidado con la forma de formular las oraciones. Si utilizamos la primera persona del plural los alumnos pueden sentirse integrados y robar el protagonismo al profesor (hoy voy a hablar…, en lugar de hoy vamos a hablar…) Puede ocurrir que si propiciamos el diálogo entre alumnos, éstos pueden tomar el poder en la clase y no dejar al profesor contar todo lo que sabe.

    Juzgar las aportaciones: si el profesor le quita importancia a las aportaciones erróneas o inadecuadas, en lugar de castigar o reprochar dichas aportaciones, puede ser que los alumnos se sientan demasiado seguros y pongan en duda la capacidad del profesor. Si queremos que el alumno sienta amenaza sobre su imagen social o se sienta inseguro no hay más que ponerlo en ridículo en cuanto intervenga con una aportación que no es del todo correcta.

No tener en cuenta la participación en la evaluación: a los alumnos ya les gusta interactuar. Si queremos reducir esto, es importante que tengamos más en cuenta el resultado final obtenido que la actitud de participación en clase. Valorar la actitud y la participación es demasiado complicado.

Tomar decisiones sin preguntar a los alumnos: las experiencias previas y la formación del profesor es mucho más cercano a la realidad que lo que piensen los alumnos. El hecho de pedirles a ellos su opinión sobre asuntos relativos a la decoración u organización de la clase o, aún peor, sobre las normas o hábitos de convivencia del grupo, puede hacerles pensar que ellos son los dueños de sus propios actos. El profesor perdería autoridad y poder y les daríamos pie a desarrollar sus propios intereses y no los intereses del profesor.

    Fomentar el trabajo individual competitivo: si se organizan tareas en un solo grupo, en lugar de grupos reducidos o parejas, se conseguirá que sólo los más aptos participen, aumentando la autoestima del profesor. Cuando se haga una pregunta, los alumnos tendrán una oportunidad de cada treinta (en grupos de ese número) para participar, lo cual reduce mucho las posibilidades de que los alumnos digan cosas tontas o creativas. Por otro lado, un ambiente competitivo en clase nos ayudaría a que los alumnos oculten la información a sus compañeros evitando que hablen y se distraigan entre ellos.

No realizar debates: los debates dan a los alumnos herramientas para rebatir o argumentar sus ideas. Hay que imagina lo peligroso que puede ser esto para un profesor. Es más interesante que los alumnos acepten todo lo que se les diga sin poner en duda lo que se está diciendo.

    Utilizar únicamente el libro de texto como recurso didáctico: el libro de texto es una herramienta ideal para conseguir que los alumnos no participen en el aula. Los ejercicios suelen ser cerrados y no permiten la improvisación o el desarrollo creativo. Se debe cuidar que los alumnos no se copien unos de otros para evitar que compartan el conocimiento y que enseñen unos a otros, ya que enseñar es el papel del profesor, no del alumno.

Evitar el uso de las tecnologías de la información y la comunicación: el uso de herramientas digitales de aprendizaje puede hacer que los alumnos se impliquen en la creación de información y conocimiento, llegando incluso a saber más que el profesor sobre el tema a investigar. Para evitar esto, se debe limitar el uso de las TIC para proyectar vídeos o presentaciones de las editoriales. Buscar en internet o escribir un blog les da demasiada libertad.

 

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