JAMES JOYCE Y EL AGUA

Joseph Pulitzer, el gran editor estadounidense, recomendaba a sus periodistas escribir sujetándose a los siguientes consejos:

• Exprésate brevemente, empleando las palabras estrictamente necesarias para que así lo lean.
• Con mucha claridad y sencillez, usando términos simples, comunes y corrientes, de uso diario, para que así lo entiendan.
• En forma pintoresca y graciosa, para que lo recuerden y comenten.
• Con mucha veracidad y honestidad, para que se guíen con esa luz.

Estas recomendaciones han sido seguidas por los periodistas desde el siglo pasado, casi como mandamientos obligatorios.

Sin embargo, los grandes genios de la literatura hacen derroches asombrosos de estilo e imaginación. Es el caso de James Joyce, quien escribió en 1922 su novela cumbre Ulises, que supuso un hito en la historia, no sólo de la literatura universal, sino también de la mente humana. Esta obra monumental es una crónica de un día en la vida de Leopold Bloom, de su mujer y de un joven amigo en Dublin. “Con la descripción de la odisea interior de esas vida insignificantes, el genio de James Joyce convirtió la prosaica y vulgar epopeya del hombre moderno en una obra inmortal” (concepto de los editores de la edición en español).

Ulises termina con 45 páginas escritas sin ninguna coma. Otra manifestación genial es la parte en que James Joyce se refiere a la admiración de su personaje principal por el agua. El uso de los dos puntos es extraordinariamente singular, así como el derroche de cultura y uso de neologismos. Todo en un solo párrafo. Aquí el fragmento de la novela.

“¿Qué admiraba en el agua Bloom, amador del agua, sacador de agua, portador de agua volviendo al fogón?

Su universalidad: su igualdad democrática y su fidelidad a su naturaleza buscando su propio nivel: su vastedad en el océano de la proyección de Mercator: su profundidad no sondeada en la fosa de Sundam en el Pacífico excediendo las 8.000 brazas: la inquietud de sus olas y partículas superficiales visitando uno tras otros todos los puntos de su litoral: la independencia de sus unidades: la variabilidad de estados del mar: su quiescencia hidrostática en calma: su turgidez hidrocinética en las aguas muertas y en las mareas vivas: su apaciguamiento después de la devastación: su esterilidad en los casquetes circumpolares, ártico y antártico: su importancia climática y comercial: su preponderancia de 3 a 1 sobre la tierra seca en el globo: su indisputable hegemonía en extensión en leguas cuadradas por toda la zona por debajo del trópico subecuatorial de Capricornio: la estabilidad multisecular de su fosa original: su lecho lúteofulvo: su capacidad para disolver y contener en solución todas las sustancias solubles incluyendo millones de toneladas de los metales más preciosos: sus lentas erosiones de penínsulas y promontorios con tendencia a bajar, sus depósitos aluviales: su peso y volumen y densidad: su imperturbabilidad en lagos y lagunas de meseta: su gradación de colores en las zonas tórrida y templada y frígida: sus ramificaciones vehiculares en corrientes continentales en cuencas lacustres y ríos confluyentes y fluyentes al mar con sus tributarios y las corrientes oceánicas: corriente del Golfo, con sus ramas nordecuatorial y sudecuatorial: su violencia en maremotos, trombas marinas, pozos artesianos, erupciones, torrentes, remolinos, desbordamientos, avenidas, olas de fondo, divisorias de aguas, géiseres, cataratas, torbellinos, maelstroms, inundaciones, diluvios, aguaceros: su vasta curva ahorizontal circumterrestre: su secreto en los manantiales y la humedad latente, revelada por instrumentos rabdománticos o higrométricos y ejemplificada por el agujero en la pared en Ashtown Gate, la saturación del aire, la destilación del rocío: la sencillez de su composición, dos partes constitutivas de hidrógeno por una parte constitutiva de oxígeno: sus virtudes curativas: su capacidad de hacer flotar en las aguas del Mar Muerto: su perseverante penetratividad en arroyuelos, canales, diques insuficientes, vías de agua en barcos: sus propiedades para limpiar, apagar la sed y el fuego, alimentar la vegetación: su infalibilidad como paradigma y parangón: sus metamorfosis como vapor, niebla, nube, lluvia, nevisca, nieve, granizo: su fuerza en las mangueras rígidas: su variedad de formas en lagos y bahías y golfos y calas y ensenadas y lagunas y atolones y archipiélagos y estrechos y fiords y minches y estuarios y brazos de mar: su solidez en glaciares, icebergs, témpanos: su docilidad en hacer funcionar ruedas hidráulicas, turbinas, dínamos, planta^ hidroeléctricas, lavaderos, tenerías, fábricas textiles: su utilidad en canales, en ríos, si navegables, en diques flotantes y secos: su potencialidad derivable de mareas embridadas o cursos de agua cayendo de un nivel a otro nivel: su fauna y flora submarinas (anacústica, fotofóbica), numéricamente, si no literalmente, los habitantes del globo: su ubicuidad al constituir el 90 % del cuerpo humano: la nocividad de sus efluvios en marismas lacustres, pantanos pestilentes, agua de macetas echada a perder, charcos estancados bajo la luna menguante”.

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